"Solo queremos ser escuchados" reza un cartel en las calles de Antofagasta. En plenos cuatro meses desde ese 18 de octubre de 2019, la ciudad creció en sus contrastes sociales, pero, todavía no hemos dado con la correcta interpretación de todo eso. En el contexto actual, las referencias explicativas debieran ir por lo que ha generado el modelo neoliberal, por su espacio, en tanto territorio; por la urbanización como ciudad, por su misma población, hoy diversa y multicultural; por lo que produce y lo que crea.
Pero, en esta lógica desigual, nuestra ciudad necesita, de manera urgente un enriquecimiento de ideas sociales. El país necesita, con estrépito, moverse hacia la formación de un nuevo tipo de sociedad en que no todo tiene que ser en función de las formas acumulativas de riquezas.
Ante la falta de criticidad de nuestra elite política, el territorio ciudadano, también, requiere hacer un viaje diferente, provocador y referencial. Un viaje, en verdad, que partió, en octubre de 2019, como buscando el eslabón perdido de nuestra sociedad recociendo en los jóvenes la dimensión sorprendente de que hacer algo era mover, también, las conciencias adormiladas del país.
Lo mismo ocurre con lo que hemos observado, en estos meses, donde la crisis no es un relato tan distinto como en otras épocas de nuestra historia. Y lo que nos ha confrontado es también una virtud responsable por mirar cómo han funcionado las cosas en este país. Ha dejado a la población, en su conjunto, como seres críticos de lo que han recibido y como individuos receptivos o atentos a toda la presente situación.
Porque ¿qué le decimos a las personas mayores respecto de unas pensiones que no alcanzan a ser 135 dólares? ¿Qué le comentamos a una persona enferma cuya dolencia ni siquiera tiene un código ni está, por ende, en el Auge? ¿Qué le decimos a alguien si su calle está llena de hoyos, sin pavimento y sin jardines? ¿Qué le decimos a una persona cuya fracción de agua se entrega solo por casi sesenta minutos y cada día por medio? Son cosas que aún ocurren.
Pero, estas semanas y meses, no tienen una evidencia clara de alcanzar una resolución al malestar social. Las autoridades, o los líderes, no presentan soluciones. Propuestas con mirada humanista, cristiana, si se quiere extender el término, y reconstructiva. Hasta hoy, la pregunta que asoma es: ¿tenemos liderazgos? ¿Falta el verdadero coraje y la luminosidad para asumir el espacio social del país con todo lo que eso significa? ¿Dónde está la solución para ir adentrándonos en una decidida elegancia de responder a las demandas ciudadanas?
Francisco Javier Villegas
Doctor en Didáctica