De música clásica y política
Por dos semanas se dieron cita en nuestra ciudad connotados/as músicos extranjeros/as en el Primer Festival Internacional de Antofagasta (FIMA), realizando talleres y ofreciendo excelentes conciertos para todo tipo de público en modalidad gratuita, gracias a la 'filantropía privada', tan característica de esta zona norte, especialmente para aquellos encuentros de invierno de las Jornadas Musicales del Norte, organizadas por el Dr. Juan Rojo y su corporación y, por supuesto, para las presentaciones mensuales de nuestra orquesta sinfónica.
Y a propósito de la culminación del FIMA, me quedé divagando sobre un tema que siempre es apasionante: la música clásica y la política. Por ejemplo, la 'Gran March from Aida' de Giuseppe Verdi, tocada el sábado pasado por el ensamble de trompetas, nos recuerda la épica heroica del regreso de Radamés, el comandante del ejército egipcio que marcha triunfante después de conseguir la victoria sobre los etíopes, lo que incluye tanto la pompa del ejército victorioso como a sus cautivos. Una muestra del ejercicio del poder distinta al 'Anillo de los Nibelungos' de Richard Wagner, compositor tan apetecido por el régimen militar y las fuerzas armadas de nuestro país, debido a su carácter magistral que combina personalismo, ideas fuerza, lugares y elementos de misticismo marcial.
Otro momento significativo de la injerencia de la política en la música clásica es cuando el Comité Central del Partido Comunista de la ex URSS dicta una resolución condenatoria contra los principales compositores soviéticos, entre ellos los galardonados y reconocidos Sergei Prokofieff, Gabriel Popov y Shostakovich. La drástica ordenanza se origina para el treinta aniversario de la Revolución de Octubre con motivo del estreno de la ópera' La Gran Amistad' de Muradeli que se ofreció en el Teatro Bolshoi de Moscú. Se los acusó de un 'formalismo occidental' que hubo dejado de lado las verdaderas tradiciones del pueblo ruso. Efectivamente ser acusado de 'formalismo' era condenar una carrera artística y menospreciar la música, argumentando que ésta se hacía en función de la forma y no del contenido. Aquí, el ejercicio del poder fue enmascarar la preocupación del acercamiento hacia occidente, en Shostakovich por ejemplo es posible encontrar acordes del compositor austro-húngaro Gustav Mahler, con la calidad de un trabajo musical considerado superficial. Curiosamente más tarde, Mijaíl Gorbachov a través de su Perestroika y la Glasnost occidentalizaría la política rusa. O sea, también sería tildado de 'formalista'
La manifestación política en la música clásica también se vio reflejada en las persecuciones de la Alemania Nazi por cuestiones antisemitas. En Rusia, por ejemplo, el Partido Comunista fue súper vigilante y censurador de las artes, dejando de lado a compositores aristócratas e impulsando a un grupo denominado 'Asociación de Músicos Proletarios', que alcanzó un poder monopólico para 1932.
La intolerancia política es la que ha forjado el libre ejercicio artístico. El día de hoy, vemos la misma intransigencia en distintos sectores de la sociedad chilena a raíz del estallido social, que quieren imponer discursos totalitarios e inflexibles y que están 'biloparizando' aún más el país. La música la tocamos todos/as en una sinfonía de consensos, disensos y emociones.
Dra. Francis Espinoza F.