Las importancia de la voz femenina en la literatura
LITERATURA. Si bien no ha sido un camino fácil, muchas mujeres han logrado hacerse de un nombre en el mundo de las letras.
Si hay un campo en el que las mujeres han conseguido visibilidad ha sido el de la literatura. No sólo porque han podido trabajar y vivir de ella, sino también porque han conseguido instalar las voces femeninas en el mundo de las letras. En la Antigüedad, por ejemplo, apareció Safo de Mitilene, una poetisa de la Isla de Lesbos que vivió entre el 650 o 610 y el 580 AC, y a la que Platón catalogó como "la décima Musa".
Fue la única mujer que entró al listado de los nueve poetas líricos, o nueve poetas mélicos, un canon con vates y compositores griegos considerados en gran estima por los académicos y expertos helenísticos de Alejandría, y a quienes se les creía dignos de estudio crítico.
La autora puso al mundo femenino en el centro de su trabajo con la sensibilidad y delicadeza que lo caracteriza. Ejemplo de ello es el "Himno en honor a Afrodita", único poema completo que sobrevive hasta hoy de su obra. ¿La razón? El Papa Gregorio VII en 1073 ordenó quemar todos los manuscritos por considerarlos inmorales.
Con nombre masculino
Un caso que deja claro que si bien las mujeres han podido ocupar un espacio importante en las letras, al igual que en otros campos ha sido complejo poder brillar en ellas. Tanto así que en el siglo XIX muchas autoras comenzaron su carrera bajo seudónimos masculinos para ser tomadas en serio, como la francesa Amandine Dupin, más conocida como George Sands (1804-1876).
Antes de cumplir 30 años se cambió el nombre para su debut literario: "Rosa y Blanca" (1831). Sus inicios en las letras coincidió con su divorcio y una nueva apariencia, pues usaba ropa masculina para moverse con libertad por París, lo que le permitía entrar en espacios públicos reservados para hombres. Entre sus novelas más exitosas se encuentran "Indiana", "El compañero de Francia" y "Los maestros soñadores".
Similar es el caso de Charlotte Brontë (1816-1855), una de las autoras más reconocidas de la literatura inglesa y cuyo trabajo abrió un camino vedado a las mujeres en el siglo XIX como era vivir por sus propios medios de la literatura. Ella publicó en 1847 la novela "Jane Eyre" bajo el seudónimo masculino Currer Bell. El libro fue un éxito de ventas y fue recibido con elogios por la crítica al tratarse de un relato sobre la batalla interior y las dificultades sociales de una joven ante las constricciones de la época victoriana.
Sin embargo, los mismos que alabaron el escrito matizaron su entusiasmo cuando comenzó a especularse que era una mujer quien estaba detrás. Actualmente "Jane Eyre" es considerado un clásico de la literatura.
Pero no sólo Charlotte ocupó nombres masculinos. Sus hermanas Emily y Anne también debieron recurrir a seudónimos para poder publicar sus obras "Cumbres borrascosas" y "Agnes Grey", respectivamente.
Otra figura importante es la también británica Virginia Woolf (1882 - 1941), considerada como una de las figuras renovadoras de la novela moderna, gracias a su técnica narrativa del monólogo interior y su estilo poético. La autora de "El cuarto de Jacob" -quien decía no haber tenido una educación formal, porque su padre creía que sólo los chicos debían estudiar-, fue una de las primeras que reflexionó sobre la identidad femenina y su relación con las artes.
Su ideal de la independencia de la mujer queda de manifiesto en una de sus obras más famosas, el ensayo "Una habitación propia" (1929), en el que plantea que "una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas".
La fuerza nacional
A pesar de la importancia de las mujeres en las letras, éstas no siempre han sido reconocidas como corresponde. Por ejemplo, de los 118 premios Nobel de Literatura que se han entregado en la historia desde su creación, sólo 15 han quedado en manos femeninas. Una de las galardonadas fue Gabriela Mistral (1889 - 1957).
La poetisa chilena autora de "Tagar" se lo llevó en 1945, logrando la consagración internacional antes que en su propio país, pues tuvieron que pasar seis años antes de alzar el Nacional de Literatura. Premio que, por cierto, también ha sido esquivo con las mujeres.
Desde su creación en 1942, Mistral fue la primera en obtenerlo y tuvo que pasar una década para que recién se lo llevara otra fémina, como es la novelista Marta Brunet (1897 - 1967). La autora, que se rebeló a su familia librándose de un destino puramente doméstico, se ocupó de describir el mundo que la rodeaba, insertándolo en las formas del criollismo como se puede apreciar en "Montaña adentro".
Por ello, la crítica la redujo por años al reducto de lo rural y lo provinciano, sin dimensionar la innovación que generó tanto en el desarrollo temático como en el manejo de lenguaje, al recoger las voces locales y plasmarlas. Incluso Gabriela Mistral criticó lo que ella denominó como el "dialectismo desenfrenado" de Brunet. Pero ni eso la hizo vacilar, y poco a poco fue dejando el criollismo y empezó a ahondar en la conciencia de sus personajes.
En 1982 fue el turno de Marcela Paz (1902 - 1985), famosa por su obra que es la piedra fundamental de la literatura infantil: "Papelucho"; y 28 años después el de Isabel Allende, una de las escritoras chilenas más vendidas dentro y fuera de las fronteras con títulos como "La casa de los espíritus" e "Inés del alma mía". En 2018 recayó en manos de Diamela Eltit ("Lumpérica").
En el camino quedaron muchos otros nombres y la lucha por visibilizarlos, como el de la novelista María Luisa Bombal ("La última niebla"). A ella se suma la prolífica escritora y dramaturga Isidora Aguirre ("La pérgola de las flores"); la autora que es considerada como una exponente del feminismo aristocrático subversivo: Luz de Viana ("La casa miraba al mar"); y Elvira Santa Cruz Ossa, autora de la novela "Flor silvestre" y la obra dramática "El voto femenino", entre otros.
Mujeres que, más allá de los reconocimientos, consiguieron romper las barreras del machismo y las tradiciones para instalar sus temas en el mundo de las letras, aunque la mayoría ha quedado casi en el olvido.
En este contexto, el colectivo feminista de mujeres relacionadas con el mundo del libro, Autoras Chilenas, inició por segundo año consecutivo en twitter la campaña #CuestionaTuCanon, la cual propone que renovar el canon literario a través de recomendaciones de escritoras chilenas.
La antropóloga Sonia Montecino, por ejemplo, eligió Mercedes Valdivieso (1924-1993), quien centró su obra literaria en la temática de la mujer y su papel en la sociedad chilena de la época. Sus ideas la posicionaron como una de las precursoras del pensamiento femenino independiente, sobre todo porque se abocó al proyecto de recuperar una memoria literaria de mujeres y sacar del olvido la voz femenina, como queda demostrado en su trabajo "La brecha".
La escritora y dramaturga Nona Fernández apostó por la misma Sonia Montecino, y su libro "Madres y Huachos. Alegorías del mestizaje chileno". Según dice, éste "debiera ser lectura obligatoria para entender el espíritu de Chile desde su fundación", y acotó "su novela 'La revuelta' acaba de ser reeditada por Editorial USACH y es una joya".
En cuanto a las nuevas voces femeninas se pueden mencionar Alejandra Costamagna, autora, entre otros, de "El sistema del tacto" (Premio Herralde de Novela 2018); Lina Meruane, ganadora del galardón Sor Juana Inés de la Cruz por "Sangre en el ojo"; María José Ferrada, quien escribió la novela "Kramp", aunque ha incursionado mayormente en la literatura infantojuvenil: y la poeta mapuche Daniela Catrileo que tiene títulos como "Cada vigilia" y "El territorio del viaje".