Más conversaciones
Encontrarnos nos hace mejores personas, incluso más felices, por tanto no neguemos la posibilidad del diálogo honesto y la posibilidad de crear comunidad. Escuchar solo lo que se quiere creer, lo que nos gusta y evitar pensamientos divergentes, difíciles o diferentes, es antisocial y peligroso para la sana convivencia.
Comunicar es poner algo en común, un mensaje, por ejemplo; es intercambiar juicios y afirmaciones; allegar posiciones, lograr ciertos acuerdos elementales que permitan la existencia del otro, sobre la base del reconocimiento de la diferencia.
Si algo nos ha mostrado la crisis social es que los chilenos tenemos un problema para conversar. No sabemos hacerlo, más bien pretendemos -casi todo el tiempo- imponer determinados puntos de vista y aniquilar los divergentes.
La conversación ocurre, generalmente, entre grupos pequeños, entre dos personas y es allí donde se ensaya el arte del diálogo y el respeto. Primero en la familia, luego en las escuelas, universidades, trabajo.
Desde hace años existen los medios de comunicación masivos que han transformado nuestra forma de comunicarnos y mucho más en la última década, periodo en el que han surgido nuevos medios basados en el individuo, sin el aparente control de un poder mayor.
Facebook, Twitter, Instagram y otras plataformas han desarrollado una impresionante capacidad de comunicar, basada en el desarrollo enorme de la tecnología telefónica y los sistemas que la generan y se autoreproducen.
Hoy cualquier ser humano conectado a un teléfono móvil inteligente puede generar discursos y comunicación masiva, sin los medios tradicionales de por medio, lo que es una modificación sustantiva en la sociedad, es decir, en la forma en la que nos comunicamos. Una clave es que en la mayoría de los planos, no existen las verdades, estas son, más bien, acuerdos entre personas, que se modifican en el tiempo y según las circunstancias.
Pero hoy estamos llenos de predicadores de la verdad, de sujetos convencidos de poseer la revelación suprema. Es eso lo que hace difícil conseguir conversar (ni hablar de la calidad de las mismas), fenómeno muy determinado por el impacto de las citadas aplicaciones que premian la popularidad del mensaje y no la opinión que pueda ser cotejada.
Escuchar solo lo que se quiere creer, lo que nos gusta y evitar pensamientos divergentes, difíciles o diferentes, es antisocial y peligroso para la sana convivencia que debe basarse en el respeto y la certeza de que la existencia de los otros es legítima y necesaria por la riqueza que implica.