
La poeta que volcó su destino en una biblioteca
"Mella" (Overol), segundo libro de Priscilla Cajales, hace un zoom sobre la vida cotidiana chilena.
Hace casi diez años apareció "Termitas" (La Calabaza del Diablo), primer libro de Priscilla Cajales. La obra impactó por su crudeza. Eran sujetos anónimos que por primera vez tenían nombre, como "Lorca", un muchacho ciego en un bus del barrio de carnicerías de la capital. No se trataba de un estudio antropológico: Cajales describía su olor.
Ese poema, "Lorca" se convirtió en un himno del ambiente literario chileno. Varias veces antologado, fue incluido en los bombardeos poéticos del colectivo Casagrande en Londres. También muchas veces fue leído por la misma poeta, que nació en Santiago en 1984. Hoy vive en Valparaíso. Allí estudió Pedagogía en Lenguaje (PUCV).
Aparte de la docencia, Cajales es critica de libros y editora de Hebra (en la que reeditó recientemente las obras completas de Luis Cornejo).
Tras un silencio de diez años, "Mella" es publicado guardando una serie de similitudes con "Termitas". Ambos son libros breves, que no alcanzan las 50 páginas: un arma corta que dejará marca en el lector.
En "Mella" se suman elementos de cultura popular como la música, poemas en los que se reconoce Viña del Mar y Valparaíso. Respecto de si son suyas las experiencias que integran el libro, Cajales indica que "Completamente, de una forma esencial. El individuo se articula para escribir, integra todo, se ocupa a sí mismo como un procedimiento".
-Así como en "Termitas" aparece "Lorca", en este segundo libro está "Mella", "Denis" y otros nombres propios. ¿Estas personas existen?
-Todos existen, todos fueron vistos y oídos por mí. "Mella" es el apellido de uno de mis familiares, son sujetos que tomo de la realidad para trabajar algo que me interesa. Hay un acercamiento de lo personal, lo personal nos urge y la escritura es personal. No es necesariamente autobiografía, las personas empiezan a operar para el poema, se hacen parte de un mecanismo.
-¿Cómo comenzaste a leer?
-Empecé a leer gracias a que mi papá siempre ha sido comprador de libros usados en la feria. Entonces en mi casa, en La Pintana, en Santiago, siempre hubo biblioteca, a pesar de que la casa era chica, a pesar de toda la precariedad que uno pueda imaginar. Mi viejo tenía cuatro anaqueles con libros. Era un espacio de reunión propia, con uno mismo, fuera lo cotidiano. A los nueve años, por ejemplo, leí "El Quijote" en una edición ilustrada. Después me apropié del espacio de la biblioteca del colegio en que estudiaba, un colegio miserable en San Miguel. Estudié en un colegio técnico Turismo y Hotelería. Mis profesores empezaron a cachar que a mí no me interesaba la carrera ni lo que pasaba en la sala y me a dejaban ir mucho tiempo en la biblioteca. Una de las primeras fue la obra completa de María Luisa Bombal. Desde chica la literatura fue un espacio importante de conocimiento.
-¿Por qué a tu papá le interesaba tener biblioteca?
-Porque en su biografía no hubo ese espacio, a ellos les interesaba que sus hijos criados en la Magdalena 1 de La Pintana tuvieran ese espacio de bifurcación. Era una forma de escapar de la población.
-¿Cómo era la Magdalena 1?
-Mi población era el espacio más seguro, porque los vecinos se preocupaban de los niños que estábamos solos. El estudio a la gente de mi clase nos permite vivir de otra manera.
-En "Mella" hay marcas temporales, canciones. ¿Por qué ?
-La poesía es un espacio de individualización, son las marcas temporales de mi tiempo, la música, la forma que la gente se viste. Este es mi tiempo, esta es mi época, donde se inscribe el sujeto de mi escritura.
-Hay una sensibilidad AM.
-Claro, la Pizarro, Leo Dan, es la música que escuchaban mis papás. Hay una música que siempre lleva con uno. A Leo Dan todavía lo escucho los domingos en mi casa, es una forma de entender el tiempo.
-Hay diez años entre un libro y otro. ¿Por qué?
-La escritura de poesía es tan gratuita que me puedo tomar todo el tiempo que sea necesario. La única urgencia es la escritura misma. Elvira Hernández una vez me dijo algo muy lindo: "uno tiene que escuchar el ritmo de su escritura".
-¿Existe la poesía política?
-Si fuera así, debiera existir la poesía feminista.
-Hace poco todavía se hablaba de poesía femenina, de poetisa. ¿Cómo has vivido el tránsito de estos años?
-No es tan distinto escribir ahora que antes. Estamos recién en pañales, recién cuestionando el lugar de las mujeres en la literatura. Yo soy profesora, y hasta el día de hoy carezco de un corpus de mujeres para trabajar la literatura. Sin embargo, estos últimos años me han hecho darme cuenta que leía literatura de hombres, que es legítimamente valiosa. Ahora me lo cuestiono, ¿por qué me interesa Gonzalo Millán o Enrique Lihn?, ¿quiénes fueron omitidas? Como María Graham, que debiese ser lectura escolar para contar cómo fue Chile en el siglo XX, y que descubrí por pura suerte hace poco. La escritura de las mujeres debe ser descubierta, porque estaban haciendo una escritura que a nadie le importó, como la de diarios.
-¿A quién le importa la poesía?
-No sé. La gente lee cuentos. ¿Qué pasaría si le leo un poema a la señora del colectivo? No le importa, la poesía ha sido restringida del núcleo de la ciudad, tanto así que la contingencia la poesía ha guardado silencio. A la gente no le importa lo que digan los escritores.
-En "Mella" aparecen poemas de Valparaíso y Viña del Mar, donde hace años vives. ¿Tu poesía radica más en la infancia, como Jorge Teillier, o en la experiencia?
-Creo que la niñez no existe, es una ficción que se inventan los adultos para entender una época del ser humano. El niño es un sujeto como son los adultos, no creo que uno cambie tanto en los años. Soy la misma que se vino a los dieciséis a Valparaíso, escuchando Metallica. La niñez no es un lugar de resguardo para mí, es un lugar peligroso.
-Hay poemas de desamor en "Mella", ¿podrías escribir del amor a secas?
-Paso.
Priscilla Cajales se hizo escritora leyendo en la biblioteca que armó su padre.
Por Cristóbal Gaete
Chris Riquelme