"Fallo
Caminó encima de la cama, sentó en el borde y volvió a leerla. Como si estudiara las curvaturas de la firma de Galindo. Entonces se levantó y llevó la nota hasta el escritorio, apoyándola en el espejo. Se desnudó, apagó la luz y se metió en la cama a dormir. Se levantó, encendió la luz, se acercó al escritorio y la leyó una y otra vez hasta quedar convencido de que él también podía levantarse a la mañana siguiente y decir era un tipo con suerte.
Marco Caro no tuvo sueños esa noche, por lo que la estridencia del despertador tampoco pudo confundirlo ni dislocar su realidad. Se destapó rápidamente y cuando comprobó que la carta seguía apoyada en el espeto, supo que los relojes de cualquier lugar por donde pasara comenzarían a funcionar a su ritmo. Bajó el primer piso. Depositó una moneda en la ranura y se comunicó con el administrador, con su jefe directo. Por lo acordado al momento de aceptar las condiciones del trabajo, tenía derecho a ausentarse sólo un domingo. Y el que venía era, sin duda, domingo.
- Asuntos muy personales -dijo extendiendo al máximo cada palabra-. Por lo mismo que le estoy avisando ahora, con dos días de anticipación.
Al administrador el llamado le había tomado por sorpresa y no vaciló en hacerle sentir su molestia. Incluso le advirtió sutilmente que lo estaba obligando a constatar de ello en el informe de su práctica profesional, tema que por el momento a Marco no le importó demasiado.
Subió a su cuarto con el ánimo de olvidarse, al menos por ese fin de semana, de que era el fotógrafo titular del nuevo hipódromo. Desde ese instante sólo respondería al llamado de «Tipo con Suerte». Una especie de título de nobleza con fecha de vencimiento.
Las tres comidas diarias de ese viernes, las de ese sábado y domingo, su estómago las recibió como simple materia orgánica libre de ácidos, y dudó que su proceso digestivo pudiese asimilar correctamente algún alimento hasta después de que todo terminara.
Revisó sus ahorros y tenía lo suficiente como para invertir en una camisa, un pantalón y un par de slips nuevos, fundamentalmente slips nuevos, aunque fuese sólo por mero convencionalismo. También compró dos botellas de agua mineral y cigarrillos, pues cada vez que se hallaba en una situación nueva -y esto no ocurría con frecuencia-, su sistema nervioso le exigía tabaco y el tabaco, resecándole la garganta, también le exigía abundante agua.
Dejó las bolsas sobre la cama y acercó el despertador al vértice del escritorio. En sus manos tenia la carta certificada de Fiona Press y repasó la hora en que debía llamar a las oficinas de su representante en la ciudad: 17:30, en tanto que su reloj marcaba recién las 16:43. Entonces abrió de par en par las cortinas de la habitación y del ropero sacó 23 ejemplares de Club International edición española. En más de la mitad aparecían reportajes gráficos y entrevistas a Tonisha Milis, aunque el número 248 lo tuviera repetido siete veces. Cada ejemplar estaba meticulosamente identificado con su tarjeta de presentación como fotógrafo profesional, a pesar de que recién lo sería el año siguiente.
Pero qué importaba eso. Tonisha Milis iba a estar con él desde la noche del sábado hasta el mediodía del domingo. Y nadie más que ella podía hacerlo sentir un Tipo con Suerte. ¿Haber ganado millones en el Loto? ¿Ser el participante de «El Ciclón Millonario» de Kino? ¿Y terminar con un espantoso dolor de oídos causando por el maldito ventarrón de billetes? ¿Ganar algún premio importante en algún concurso de fotografía nacional? No. Todo eso pasaba demasiado rápido. Incluso grandes cantidades de dinero significaban para él lo mismo que tratar de acariciar un pez bajo el agua sin que escapara al instante. Una mierda demasiado escurridiza.
Y volvió a los reportajes gráficos de Tonisha una de las actrices del cine triple X más deslumbrantes de la década, como opinaba él y el sector menos tradicional de la crítica. La chica que había derrumbado a monumentos vivientes como Barbara Kate en los setentas y Traci Lords en los ochentas. Más aún si hacía poco que Barbara Kate había contraído matrimonio con un beisbolista profesional y Traci Lords estaba dedicada a ser actriz secundaria en pésimos filmes de la industria de Hollywood.
Y lo que era mejor, pensaba, las hizo desaparecer sin habérselo propuesto. Tonisha Mills era una máquina. Una ráfaga de viento solar, una enloquecida y furiosa miembro del ejército de Atila, una bailarina redescubierta. Era la estrella fugaz que se había perpetuado en el firmamento para que todo el mundo la contemplara, la estatua majestuosa y delirante hecha con la demencia de cada uno de los 107 mil asistentes al Donintong Park una fría tarde de hace siete años. Un sólo de contrabajo de dos mil años de duración, el demonio que había hecho el hombre para que lo atormentara en momentos de soledad y desamparo. Jamás la universitaria que aceptó el oficio porque sus estudias la había aplastado, y que por eso pensaba que la mejor manera de abrirse paso dentro era haciendo polémicas declaraciones sobre del Género X antiguas enfermedades contagiosas, manías y dramas personales de sus colegas de mayor trayectoria.
Se acercó al póster gigante que tenía atrás de la puerta y recorrió su figura impresa con el índice derecho, como queriendo empaparse con las gotas que cubrían las endurecidas curvas de veinteañera de Denver, Colorado.
Comparó las fotografías en que aparecía con el pelo rizado con las que sus cabellos rubios bajaban suavemente sobre los hombros, contrastando con la más exquisita y sugerente lencería. Era la misma. Sempiterna. La veneraba, sin importarte qué forma tuviese el sábado esa cabellera siempre dorada.
Faltaban diez minutos para la hora señalada en la carta cuando bajó hasta el teléfono del primer piso. Encendió un cigarrillo. Soltó una gran bocanada cuando marcó el último dígito.
- ¡¡Soy el ganador del concurso!! -dijo casi gritando a una voz femenina, ignorando que ella había redactado el texto que lo ratificaba como un Tipo con Suerte-. ¡Me dijeron que llamara a esta hora!
- Un momento, no corte. Le comunico enseguida con don Nelson Galindo.
Marco esperó un par de segundos escuchando los infames acordes de la tradicional música de espera telefónica, pero en ese rato él no hacía esfuerzos por distinguir claramente los elementos de su entorno, al menos hasta el sábado. Probablemente.
- Buenas tardes, ¿Marco Caro?
- ¡Sí, con él!
-¡Permítame felicitarlo, hombre! A cuántos nos gustaría estar en su lugar en este momento. Pero no perdamos más tiempo, usted sabe que esto del espectáculo funciona así de rápido -le decía Galindo con la misma entonación de Don Francisco cada vez que entregaba un automóvil-: Tenemos todo listo para el sábado a las nueve en punto de la noche. En la discoteque Gallery, como ya sabe.
- De acuerdo -era todo lo que a breves intervalos salía de los resecos labios de Marco.
- Así que un taxi pasará por usted a las ocho y media, ¿le parece? Es el mejor taxi que encontramos. Le aviso que acaba de llegar de España la Jefa de Medios de Fiona Press. Irá en el auto para explicarle algunos detalles en el trayecto.
- ¡¿Qué tipo de detalles?!
- Asuntos menores, nada más. Todos sus datos los tenemos en el cupón que envió. ¿Envió sólo uno, verdad?
- No, siete.
Sacó un peine del pequeño bolso de mano y se puso a rastrillar su débil cabellera con la esperanza de presentar el mejor aspecto posible ante las cámaras. Sabía que no era una belleza. Y por si acaso lo olvidaba, tenía a Marta, su antigua novia, para recordárselo. «Pareces un simio«, solía decirte con orgullo antes de irse a la cama los sábado por la noche cuando él llegaba a la pieza que compartían. Pero la gente veía lo que quería ver, y a partir de la mañana del lunes, para muchos Marco no seria sólo un Tipo con Suerte, sino más bien un héroe.
Marco estaba asomado en la ventana cuando llegó el taxi azul metálico. Yen realidad parecía ser el mejor de la ciudad. Tomó sus llaves, los cigarrillos, el encendedor y, antes de salir a la calle, volvió a mirarse en el enorme espejo que había en el corredor: vestón, camisa perfectamente abotonada, pantalón a la medida -¡rogaba para que la precaria costura de la basta aguantase hasta la medianoche!- y zapatos lustrados con pulcritud.
Abrió la puerta y no supo si salir a recibir a la productora o esperar a que ella lo saludase. Ocurrió lo último. La mujer se presentó como Isidora Lambert. Por su figura, no parecía de tanta edad si la hubiese visto a una cuadra de distancia, pero al tenerla en frente confirmó su idea de que la vida del espectáculo en España era realmente intensa.
- ¿Nervioso? -preguntó la mujer.
- Lo normal... -mintió, notando que había olvidado los pañuelos de papel y el slip de recambio.
El auto cruzó el centro a gran velocidad y en pocos minutos se desplazaba por la Avenida Ejército. La poca luz natural que quedaba se había extinguido cuando llegaron a las afueras de la cuidad y divisaba desde asiento trasero la imponente arquitectura de Gallery Discoteque.
El coche se estacionó junto a una fila de otros taxis, vehículos particulares y un enorme furgón Chevrolet gris de vidrios laterales polarizados. El conductor oprimió el botón del taxímetro y lentamente comenzó a salir una boleta similar a un fax en miniatura. Isidora Lambert la leyó y extendió un cheque. El chofer trató de explicarle algo. Pero ella se adelantó:
- Aquí está el teléfono de la oficina si es que hay algún problema, ¿vale?
La pista de baile había sido adornada con ampliaciones de las portadas más significativas de Club International, mientras cinco promotoras uniformadas con jeans y llamativas poleras con el logotipo de la revista, recibían a los invitados que llegaban por una puerta distinta a la que Marco e Isidora Lambert habían entrado.
Echó un rápido vistazo a los asistentes antes de que un fotógrafo acreditado lo hiciera posar junto a los organizadores del evento. Luego de contestar un par de preguntas a una reportera que podría ser la modelo de portada de cualquiera de los siguientes números, tomó asiento y saludó con un sobrio gesto a un técnico que probaba el micrófono del engalanado escenario. Un tipo había pasado repartiendo ejemplares de la última edición de Club International. En la portada aparecía John Wayne Bobbit abrazando a Christy Canyon y Tori Wells, compañeras en su debut en el cine X.
- Encantado de conocerlo, señor Caro -le dijo un tipo de smoking que se presentó como el Gerente de Ventas de nona Press Argentina.
- Igualmente... mucho gusto -fue todo lo que pudo decir cuando a las espaldas del empresario vio llegar a la barra del bar a Tonisha Mills acompañada por dos chaperonas.
Si todo lo que le estaba ocurriendo a Marco Caro fuera parte de una película, el director hubiese gritado «¡¡Corten!!» hasta perder los estribos, pues las escenas siguientes a la llegada de Tonisha Mills resultaron en exceso desconcertantes: el Tipo con Suerte pareció rehuir las miradas llenas de curiosidad que la actriz le daba desde la barra, mientras las chaperonas y los productores la ponían al tanto de la rutina del acto de premiación.
Marco se había dado cuenta de los primeros vistazos que le dio la actriz y se sintió menospreciada. «Tal vez ella esperaba un macho cabrío. Un semental», pensó al repasar el prototipo de hombre que le llamaba la atención según había leído en la última entrevista. Mientras trataba de recordar más, encendió tímidamente un cigarrillo, notando que ella sonreía cuando Isidora Lambed caminaba rauda hacia él y lo tomaba del brazo para llevarlo al bar.
La diosa triple X, el hito del «Satisfaction Guaranteed!» de la década, vestía jeans ajustados, una polera con una enorme M roja y una chaqueta de cuero recortada en la cintura. Fijó su mirada en el jokey de Club International que llevaba puesto y notó que tenía un hilo de la costura colgándole de un extremo de la vicera.
- No hace falta que os presente, ¿verdad? -dijo la productora y la actriz extendió sonriente su delgada mano izquierda. Marco llevaba varios segundos sin respirar.
- Encantado... -suspiró, cogiendo suavemente la fría mano saturada de anillos de plata.
Ambos sonrieron e intercambiaron monosílabos a los comentarios que hacía la española para amenizar el whisky doble que habían servido a la pareja. Fue en ese instante cuando Marco tuvo respuesta a la duda que Io había inquietado por varias ediciones de Club International y otras revistas: Tonisha tenía los ojos negros y medía casi diez centímetros más que él.
- Los vamos a sentar separados, para que ambos suban al escenario, se saluden y salgan directamente al Hotel Tres Marías.
Tonisha lo miró de reojo.
- Está todo dispuesto allá, chicos. ¡Cuánto hemos invertido para que la pasen de maravilla!
Tonisha sonrió vacilante.
Los asistentes a la premiación estaban siendo agasajados por las promotoras y garzones de la discoteque cuando el animador dio la bienvenida a los presentes, pidiendo dar un fuerte aplauso. En el segundo piso un camarógrafo presionó el botón Rec.
Marco no paró de mover su pierna izquierda durante el breve discurso de Nelson Galindo, en representación de Fiona Press Chile. Posteriormente subió al escenario Felipe de Larra, quien a nombre de Fiona Press International agradeció la presencia de los más de setenta asistentes -como también a los 3745 concursantes-, e invitó a subir al escenario al ganador. Las luces de inmediato lo encandilaron y una poco discreta ráfaga de flashes lo encegueció aún más.
- ¿A qué se dedica usted, Marco9 -preguntó de Larra, con notorio dominio escénico.
- Soy estudiante de último año de Fotografía Profesional -contestó, y desde los últimos asientos se escucharon gritos, carcajadas y silbidos de orgullo que reconoció al instante.
Respondía cada pregunta como si estuviese dirigido por un ordenador. Su postura con las manos detrás de la cintura lo estaba convirtiendo en un verdadero maniquí q hasta que precedida de un espectacular anuncio, subió al escenario Tonisha Mills y él la recibió al final de la escalera con correctas reverencias, estimulando -¿o casi obligado?-, por el animador oficial del acto.
-Hola... de nuevo -le dijo al momento de besarla en la mejilla. Sobre ellos caía una lluvia de serpentinas y diminutos papeles brillantes que los cubrió rápidamente. Entonces comenzó a sonar una música estridente y ambos bajaron del escenario a través de un callejón formado por los asistentes, quienes no dejaban de aplaudir y arrojarles más serpentinas y más escarcha de colores.
Se había iniciado la fiesta como dentro del local cuando un moderno vehículo blanco se encaminaba de vuelta a la ciudad, rumbo al hotel.
La habitación del sexto piso tenía un cálido aroma a limón que lo puso aún más tenso. Ella puso su pequeña cartera de cuero café sobre un sillón y dejó libre su larga cabellera. Lisa y rubia. Abrió las cortinas y el ventanal que daba hacia la playa. Tres tipos compartían una caja de vino y ella sonrió al verlos huir de un furgón policial que no se molestó en seguirlos.
Durante el viaje habían conversado detalles sobre el concurso y Marco no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que Tonisha manejaba el español con relativa habilidad. Esa curiosidad rompió el silencio dentro del cuarto.
- Las productoras más importantes están en Florida y allí todos hablan bastante español -le respondió sin demasiadas ganas de hablar de trabajo.
- ¿Qué tomas?
- Lo mismo que tú... pero nada muy... muy...
- Fuerte -concluyó Marco y entonces ella regresó desde el balcón. Sacó los cigarrillos de su cartera y se desanudó los botines de cuero-. Empecemos con cerveza, ¿te parece?
Tonisha no dejaba de recorrer con la vista el cuarto y las finas terminaciones del cobertor blanco de la cama de dos plazas que había en el centro. Volvió la mirarla de dosy le dijo:
- ¿Bebes siempre o sólo cuando estás nervioso?
Marco soltó una breve y muy estúpida risita y le acercó la botella de Báltica. Ella bebió mirándolo a través del vidrio de la botella como si le midiera la luz con un fotómetro, y sin soltarla de su mano, se acercó para besarlo.
Marco temblaba y sintió que el potente perfume lo encadenaba a unos labios de plástico, pero esa sólo fue la primera impresión. La luz de las finas lámparas aumentaron las siluetas de ambos y las botellas de cerveza se derramaron lentamente en la alfombra. Afuera, un perro dormía en el jardín del hotel, en tanto que seis pisos más arriba, un fotógrafo había conocido los colores de su felicidad en una cadena de intermitentes y prolongados segundos. La semana entrante Tonisha Milis firmaría un contrato como actriz de reparto en una película de acción, mientras que en Chile se acercaban las elecciones presidenciales y Marco Caro no estaba seguro aún por quien votar.
Fotográfico"
"Sacó un peine del pequeño bolso de mano y se puso a rastrillar su débil cabellera con la esperanza de presentar el mejor aspecto posible ante los cámaras. Sabía que no era un belleza. Y si por si acaso lo olvidaba, tenía a Marta, su antigua novia, para recordárselo".