Hermógenes Camus, leal, ejemplar
Hermógenes Camus es un nombre olvidado por la historia de Chile. Más bien, soslayado por los historiadores de la época, que -además- borraron de la memoria colectiva los nombres de Orozimbo Barboza y José Miguel Alcérreca. Los tres, héroes de la Guerra del Pacífico y un ejemplo de lealtad a toda prueba.
Hermógenes Camus estaba a cargo de las tropas que custodiaban Antofagasta el año 1891. Presidía la nación José Manuel Balmaceda Fernández, político iluminado, de ideas futuristas, pleno de fervor patriótico. Pero un grupo de empresarios de la época y la docilidad de una Marina de Guerra feble a los mandatos del capital, torcieron los destinos republicanos y se levantaron en armas. Y se apoderaron de las dos provincias del Norte, generosas en riquezas salitreras, recaudando para "su" revolución los cuantiosos recursos financieros que se generaban tanto en Antofagasta como en Tarapacá.
La inminente invasión de las fuerzas rebeldes, motivó a Hermógenes Camus a emprender una marcha homérica, para ponerse a disposición del presidente Balmaceda. Debió abandonar Antofagasta y marchó a Calama. El 27 de marzo de 1891, salió a Ollagüe con dos mil hombres a su mando. En Bolivia, lo dejaron entrar, pero sin armas: solo los 26 oficiales mantuvieron sus sables. Empezaron dura caminata, hasta Tupiza… Y siguieron a pié para entrar a Jujuy por Humahuaca. Luego a Salta y de allí a Tucumán, donde un caprichoso militar -de apellido Olmos- requisó sus sables a la oficialidad.
Hermógenes Camus y sus leales soldados, siguieron por territorio argentino, hasta llegar a Santiago el 17 de mayo de 1891, luego de sortear las nieves del macizo andino y recorrer un total de 1.300 kilómetros, descalzos y hambrientos.
El destino aciago selló la suerte de José Manuel Balmaceda en las batallas de Placilla y Concón, donde Barboza y Alcérreca fueron muertos y sus cadáveres mutilados con vergonzosa saña. Hermógenes Camus, herido, fue dado de baja del ejército y sufrió vejámenes y persecuciones.
Así pagó Chile a tres hombres que fueron un innegable ejemplo de lealtad.
Jaime N. Alvarado García, profesor normalista, periodista, escritor