Ramón Vergara Grez y el geometrismo
Mejillones es cuna de dos artistas que, distintos en su expresión, juntan sus ímpetus en un mismo juego de hallazgos: el poeta Neftalí Agrella vive en la aventura de la palabra nueva; Ramón Vergara Grez pinta en rechazo de cómodos asaltos a la realidad, escogiendo para sus telas la dificultad del hacedor de formas. Su arte es geométrico; en este arte que lo envuelve, goza la inmensidad de sus visiones, pasándola a nosotros como señales de l mundo al que sólo pueden penetrar los que desterraron de sus ojos el "espectáculo de "todos" para ceder espacio al "espectáculo de uno mismo".
En 1961, Vergara Grez declaró que: "comprendí que la pintura es por una parte las líneas, los planos y los colores. Por otra parte, la ordenación de éstos en el plano de la tela".
Se enfrentaba a la pasión que le exigiría en todos los desgarramientos: el orden, la pureza que, únicamente soporta existir en "espacios vírgenes". El Grupo "Rectángulo" nació guiándolos a Utopías de formas. Durante 23 años, no se debilitó el brío de las líneas augurales. Hoy, el "Movimiento Forma y Espacio" lo prolonga victoriosamente.
El arte chileno que lo encarna, se levanta sobre tres fuerzas decisivas: lo subjetivo, lo mítico y lo mágico. La Geometría le permite a sus cultores disfrutar "la magia de las líneas", liberándolos del artista-espejo, remplazándolo por el artista-surco.
Ramón Vergara Grez, según Rafael Squirru, "pinta despierto": despierto al mandato secreto de los sueños que lo turban y perturban. Estos sueños, robustecidos por la nostalgia, lo obligaron a pintar, recientemente, una tierra de laboriosa ternura: "Te devuelvo tu Iglesia, Mejillones", donde las formas rigurosas recuerdan el rigor de la memoria de su infancia. Un día, lo esperamos, esta obra será ocasión de visitas a mejillones, su contraseña de dolor.
Con Vergara Grez combaten por la plenitud de la línea-madre, Carmen Piemonte, Miguel Crosgrove, Francisco Pérez, Claudio Román, Robinson Mora, empecinados porque el Arte Geométrico dé a nuestra América el encantamiento incansable de sus leyes de gracia.
Andrés Sabella, El Mercurio 19.08.1979