Yamileth Romero tiene dos hijos, una pequeña de dos años y el mayor de siete, Johan, quien cursa segundo básico. En total son seis personas las que comparten el hogar, no cuentan con conexión a Internet y tampoco con un computador. Desde que comenzó el sistema de educación remota es su teléfono personal el que ha servido de ayuda para las tareas de su hijo. Un proceso que asegura no ha sido fácil.
"Ha sido complicado. Hay veces en que mandan tareas y uno tiene que sentarse a estudiar con ellos. ¿Pero qué pasa cuando no tienen quien les ayude o los papás no entienden la materia?", enfatizó Yamileth, quien también da cuenta de la falta de espacio en su hogar para que su hijo pueda cumplir con sus deberes escolares. "Aquí en la casa nos hemos organizado como se pueda, sinceramente. A veces estudiamos en la misma cama donde dormimos o le habilito una mesita afuera pero por el frío prefiero que permanezca adentro", puntualizó
La mujer agrega que muchas veces han tenido que acudir a la buena voluntad de su vecino para que le comparta Internet, ya que su teléfono celular no cuenta con un plan de datos suficientes para mantenerse conectada de forma ilimitada.
Es que el sistema educacional chileno una vez más ha sido puesto a prueba. En esta oportunidad el impacto generado por la pandemia del coronavirus obligó a las autoridades a implementar medidas extraordinarias para continuar con el proceso educativo de los estudiantes, instaurando la modalidad de aprendizaje remoto, un sistema que depende del acceso de los alumnos al Internet y del compromiso de los diferentes establecimientos con el proceso.
Y como el caso de la familia de Yamileth Romero, los más vulnerables son los que están recibiendo el peor sistema. Sobre todos quienes viven en alguno de los cerca de 80 campamentos que existen en la Región de Antofagasta (802 a nivel nacional).
Actualmente en la región son 7.641 familias las que viven en estos asentamientos, donde el 34% de los habitantes se encuentra en edad escolar (0 a 18 años).
En estos hogares a la falta de conectividad hay que sumar problemas para acceder a servicios básicos (luz y agua), hacinamiento y baja escolaridad de los padres.
Carga extra
La falta de acceso a la red es uno de los problemas que más se repite entre las familias que viven en campamentos. Para Marisela Vernal y sus hijos, el sistema de aprendizaje remoto ha significado un gasto extra en el presupuesto familiar, esto porque debe imprimir la mayoría de las tareas y guías que le envían vía WhatsApp. Ella es madre soltera y no cuenta con un trabajo estable.
"En ocasiones me salen trabajitos en el centro haciendo aseo en la casa de un caballero y como él tiene computador e impresora le pido que me ayude a imprimir las guías, pero a veces son tantas hojas que me da vergüenza molestarlo con mis problemas", explica Marisela, quien llegó hace ya 10 años a Chile desde Perú y lleva cinco años viviendo en un campamento en Antofagasta.
La mujer además enfatiza que esta modalidad de enseñanza remota también ha significado una carga extra para ella, ya que debe dividir su tiempo entre las labores del hogar, el trabajo y el aprendizaje de su hija de 10 años.
"Si bien como padres es responsabilidad nuestra la educación de nuestros hijos, por otro lado esto ha generado que debamos asumir más trabajo del que tenemos. Le he tenido que explicar a mi hija lo que es la fotosíntesis o la cadena alimenticia, pero no siempre tengo el tiempo para hacerlo", manifestó.
Cuarentena
Joselyn Montt tiene seis hijos que cursan entre prekinder y tercero medio. Para su familia la cuarentena ha sido un tema muy complejo, teniendo que organizarse para hacer las tareas.
"Al principio lo hacía con todos juntos pero era un caos. Ahora lo hago por turno. En la mañana me siento con los más grandes a estudiar. Luego al mediodía, mientras cocino, le ayudo a mi hijo que va en tercera básico y después de almuerzo al que va en cuarto básico", comentó Joselyn Montt.
Ella asegura estar sobrepasada con la situación y ha optado por no exigirles más de la cuenta a sus hijos, ya que reconoce que las condiciones en su casa no son las mejores para estudiar ante la falta de espacio.
"Entiendo que ellos están estresados por estar todo el día en la casa. No es mucho lo que pueden hacer encerrados. Si bien le pido que hagan las tareas, tampoco les exijo como si estuvieran en el colegio", puntualizó.