La rutina es la misma todos los días: atender al paciente con pechera de plástico, usar mascarilla y protector facial, además de guantes quirúrgicos. Luego de examinar a la persona deben retirarse todos los elementos que estuvieron en contacto con el paciente, desinfectar el protector facial, lavarse las manos y volver a atender a otro paciente.
"Eso lo tengo que hacer alrededor de 50 o 60 veces, porque esa es la cantidad de pacientes que atiendo a diario en la urgencia de la clínica donde trabajo. Hay días que atiendo a personas que son sospechosas de este virus o bien, me toca atender a pacientes con otras patologías. Pero por protocolo, donde sea que esté atendiendo debo tener esa rutina", comentó Oscar Meneses, residente de pediatría en el Hospital Regional.
Una experiencia parecida es la que entregó Andrés, enfermero de urgencias, quien lleva un mes en contacto directo con pacientes COVID-19. "Cuando entro al hospital nos toman temperatura, siempre con mascarilla, me cambio ropa y me lavo las manos. Acá llegan pacientes que están muy mal y eso es una carga emocional importante para nosotros", comentó.
Carga emocional
Oscar Meneses piensa parecido y aseguró que actualmente existe una carga emocional y física importante para quienes diariamente se exponen al virus. "El miedo es algo latente. Mi mamá me llama todos los días para preguntarme cómo estoy o cómo me siento. Pero esto es lo que me gusta, es mi profesión. Uno tiene que tener precauciones. Por eso siempre vamos a la defensiva, porque es un virus muy contagioso".
Agregó que "debemos tener extremo cuidado porque si yo me enfermo, es un médico menos que está atendiendo y eso no lo podemos permitir, acá no sobran los profesionales de la salud y por eso tenemos que cuidarnos. Claro, los compañeros están cansados porque los turnos son largos, pero tenemos 15 días trabajando con turnos de 24 horas, y otros 15 para reponernos".
Andrés, en tanto, comentó que lo más agobiante es la incertidumbre, debido a que nadie sabe cuándo terminará. "Todos los días piensas ¿y si me contagio?, ¿podría enfermar a mi familia? Además los familiares de los pacientes llaman hasta tres veces al día para saber cómo están y es muy triste", sostuvo.
La familia
María José trabaja como kinesióloga en un recinto de salud y tiene una relación directa con pacientes con COVID-19. Los ayuda a su rehabilitación respiratoria. Es una de sus primeras experiencias labores y asegura que ha sido muy "sobrecogedor".
"Yo soy una de las profesionales que está más expuesta, pues conmigo ellos tienen que generar aerosoles (toser). Ellos no me conocen porque yo entro con un traje, protectores y una serie de elementos que hacen que ellos no me vean, pero yo trato de ser cercana y contarles un poco de mí. Algunos saben que tengo una hija o me tienen de mensajera. Es importante esa relación con el paciente, porque ellos están solos, aislados de todo", comentó.
Dijo que muchos de ellos sienten miedo de morir o se sienten solos. Hace poco le tocó presenciar una de las muertes de un paciente con COVID-19.
"Uno actúa como psicóloga también. Hay mucho adulto mayor que ni siquiera tiene un teléfono para comunicarse con sus familiares. Pero todos los que estamos ahí, estamos para ayudarlos, contenerlos y sanarlos", sostuvo la profesional.
María José aseguró que las horas se pasan rápido al interior del recinto médico y que la rutina es agotadora, sobre todo por la cantidad de veces en la que hay que bañarse y cambiarse la ropa. "Es una rutina que se debe hacer para no contagiar al resto, eso es lo que más me da miedo, no saber si estoy contagiada. Tengo una hija que vive conmigo y yo no soy capaz de estar lejos de ella. Por lo mismo, me cuido", manifestó.
"Mi mamá me llama todos los días para preguntarme cómo estoy o cómo me siento. Pero esto es lo que me gusta, es mi profesión".
Oscar Meneses,, residente de pediatría
"Ellos no me conocen porque entro con un traje, protectores y una serie de elementos que hacen que no me vea, pero trato de ser cercana".
María José,, kinesióloga