"La pandemia ha corrido el cerco de lo que la gente espera de sus gobiernos"
El analista repasa las gestiones contra el covid-19 de Trump, Bolsonaro, Johnson, Piñera y la oposición chilena, dice que no basta con decir "quédate en casa" y proyecta meses difíciles, pero también "cambios importantes y para mejor".
La pandemia por el nuevo coronavirus que el mundo conoce desde hace casi cinco meses ha afectado todos los aspectos imaginables de la población del planeta: desde las pautas de comportamiento social hasta la importancia de internet para parte importante de las personas, cuando en unas pocas semanas millones de ellas se vieron forzadas a estar encerradas en sus casas con la red como único o principal medio para trabajar, comunicarse o entretenerse.
Por supuesto, otra parte no menos masiva no tiene esa opción y está obligada a salir a las calles, ya sea porque sus trabajos son considerados esenciales o porque sus modos de sustento no pueden lograrse de manera remota. Las consecuencias más dramáticas de la epidemia se manifiestan en los aspectos sanitario y económico, cuando los sistemas de salud se ven exigidos al máximo e incluso sobrepasados por las manifestaciones más graves de la enfermedad; también cuando la pobreza acecha a muchas de las economías del mundo.
La pandemia tiene su correlato político de dimensiones globales: cómo los gobiernos manejan la situación sanitaria y económica, cómo enfrentan los desafíos y puntos críticos. Chile, por supuesto, no está ajeno a todo esto y el gobierno, que había mostrado diversos índices más bien positivos, esta semana ha debido actuar ante el explosivo aumento de contagiados y muertes que no sólo tensionan el sistema de salud, sino que han llevado a la drástica e inédita medida de la cuarentena total para gran parte de la Región Metropolitana.
Robert Funk, cientista político (doctorado en la London School of Economics) y académico del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, aborda todos estos acontecimientos, desde la experiencia internacional hasta sus efectos en la política y en los procesos institucionales del país.
-¿Qué es peor: crisis social, pandemia, recesión?
-Es más útil pensar en las maneras en que las tres están vinculadas. La familia de un trabajador que se contagió porque tuvo que ir a trabajar mientras el gobierno llama a quedarse en casa, probablemente tendrá una cierta posición en algún futuro movimiento social. La recesión, producto de la pandemia, y la crisis social, tendrán efectos duraderos, que sin duda afectarán el proceso constituyente, que, a la vez, se supone es la manera que hemos acordado salir de la crisis social. Imposible separar uno del otro.
-¿Son comparables las consecuencias sanitarias y económicas del coronavirus?
-De manera simplista uno podría decir que da lo mismo morir de enfermo o de hambre. Sin duda hay muchos que piensan así. Pero no da lo mismo. Estamos viendo, además, que la gran mayoría de los contagiados no muere. La mayoría se recupera. Pero algunos quedan con secuelas importantes y eso también hay que tomarlo en cuenta, pues tiene efectos económicos.
-La dimensión mundial del fenómeno, ¿afecta más o menos a países como Chile, tan abierto y dependiente del comercio internacional?
-Por un lado nuestra inserción en el mundo y dependencia del comercio internacional nos expone. Mirando el vaso medio lleno, el hecho que en los últimos años China se haya convertido en nuestro principal socio comercial, es algo que nos ayuda. Si uno compara las respuestas tanto sanitarias como económicas de China y Estados Unidos, uno se queda con la impresión de que Estados Unidos saldrá muy debilitado de este período en el sistema internacional, incluso si gana Joe Biden en las elecciones de noviembre. China, por el otro lado, ya comienza su reactivación. Por eso, por el momento, las proyecciones económicas para el próximo año son relativamente positivas.
-En el mundo la implementación de las medidas de contención de la epidemia varía dramáticamente. ¿Lo convence o no la idea que se ha deslizado de que los gobiernos autoritarios se han mostrado más eficientes?
-No. Hemos visto que China ha tenido cierto éxito, pero hay que recordar que se demoraron en informarle al mundo del inicio de la pandemia justamente porque algunos doctores tenían miedo de las consecuencias. Hemos visto que otros países con tendencias autoritarias tampoco lo han hecho muy bien. Hay serias dudas respecto los casos informados por Rusia, por ejemplo. Si vemos qué países parecen haber tenido más éxito, vemos países como Nueva Zelandia, Israel, Corea, todas democracias. Lo que pareciera importar más que régimen político es la capacidad de testeo, la imposición de cuarentenas y tener una población que las respeta, y esto último tiene que ver con asegurar que existan las condiciones económicas y sociales para que se puedan respetar. En Israel, por ejemplo, para asegurar que las personas de la tercera edad no salieran de sus hogares, el gobierno se encargó de llevarles la comida. No basta simplemente con decir "quédense en casa".
-¿Y existe alguna relación entre la denominación, tan amplia, de populismo y un mal manejo en la crisis? Por ejemplo, en el caso de Trump.
-Claramente un discurso antielitista, cuestionando los datos y los hechos y la opinión de los expertos -que ha sido la tónica de líderes como Trump, Bolsonaro y hasta cierto punto, Boris Johnson- no ayuda en situaciones en que la opinión de expertos es tan relevante. Una cosa es inventar números de cuánta gente asistió una inauguración, o incluso sobre los efectos económicos del Brexit, pero otra cosa es inventar tratamientos para el covid-19, ignorar la importancia del uso de mascarillas y el distanciamiento social, o inventar números de contagiados.
-En América Latina, por otra parte, tenemos nuestras propias variantes llamadas populistas que hicieron muy poco para prepararse o mitigar la epidemia, como Brasil y México...
-Así es, y lo lamentable para nuestra región es que eso se combina con una menor capacidad de respuesta en cuanto al sistema de salud o en cuanto a las políticas sociales. En ese sentido, la irresponsabilidad es doble -ignorar las implicancias no solamente sanitarias, sino los efectos sociales que resultarán del contagio masivo-. Tarde o temprano, se les va a cobrar esa cuenta.
-Resulta fácil decir cosas muy generales como que se necesitan políticas que prioricen la salud al mismo tiempo que mitiguen las dificultades económicas. Pero eso es más simple decirlo que hacerlo, ¿no?
-Hace más de un siglo el economista Vilfredo Pareto notó que hay situaciones en que no se puede obtener más de algo sin sacrificar otra cosa, y que eventualmente se llega a un equilibrio entre ambas. El problema es que ese equilibrio no es necesariamente justo. Es por eso que a veces los gobiernos se ven obligados a romper el equilibrio, endeudándose, por ejemplo. En Chile tenemos muy interiorizada la idea de la responsabilidad fiscal, y eso es bueno, en circunstancias normales. Pero nunca hemos enfrentado una situación como esta. Chile tiene una deuda de menos de 20% del PIB, que es comparativamente baja. Hay espacio para ponerse más creativos.
-En el aspecto de salud, en general, muchos índices parecen hablar bien del manejo del gobierno, pero otros índices son más preocupantes, como el de casos nuevos diarios sin alcanzar el punto más alto de la curva. ¿Cómo lo ve usted?
-No soy epidemiólogo, sino cientista político. Creo que no tenemos la información suficiente para hacer una evaluación, pero está claro que lo que se intentó hacer fue tener un equilibrio entre las cuarentenas y mantener algún nivel de actividad económica. Se puede entender las razones para aquello, pero parece que fue un experimento fallido, y hoy ya no es una opción. Por eso está la cuarentena total en la Región Metropolitana.
-Desde el anuncio a una "nueva normalidad" y pronta vuelta a clases, se ha pasado a la "batalla de Santiago". ¿Las perspectivas más esperanzadoras van retrocediendo?
-Ya no se habla de eso de la nueva normalidad. Hay un afán en este gobierno de ponerle nombres o "marcas" a las cosas. Un especie de marketing constante. Pero mi impresión es que nuca se explicó bien lo de la nueva normalidad. No creo que la idea fuese "volver" a lo normal, sino que establecer nuevas rutinas, para que las mascarillas, el lavado de manos, el distanciamiento social se convirtieran en lo normal.
-En este momento, ¿es más fácil ser oposición que gobierno?
-Sin duda que el Presidente Piñera y sus ministras y ministros hubiesen preferido no tener que enfrentar esta pandemia, donde todos los días hay que tomar decisiones extremadamente difíciles. No los envidio. Pero desde el punto de vista político siempre es mejor aparecer haciendo cosas, teniendo el control, que no haciendo nada o criticando. En un país tan presidencialista como este, la responsabilidad en gran medida recae en el ejecutivo.
-¿Y cómo, a su juicio, lo ha hecho la oposición?
-La oposición, por su lado, cuyo centro de actividad es básicamente el Congreso, igual tiene un rol fiscalizador importante que jugar. Si el gobierno se va a poner a gastar más dinero, es importante que el Congreso vea cómo, a dónde y a quiénes llegan esos recursos. Ellos están haciendo esa pega. Pero justamente por la importancia relativa del Ejecutivo, siempre ha existido en el Congreso chileno una tentación de meter ruido. Los parlamentarios que meten ruido salen en la televisión, los que se leen los proyectos de ley con detención, no aparecen tanto. Hoy vemos cómo ese afán por meter ruido resulta en algo casi caníbal o canibalesco en cuanto a la pelea interna, cosa que en momentos como éste, solo sirve para desprestigiar la política.
-¿Qué ha cambiado la pandemia en la política?
-Aún no sabemos cuánto va a durar ni cuáles van a ser los costos, tanto en términos económicos como humanos. Pero tanto en Chile como en el resto del mundo vemos cómo la pandemia ha corrido el cerco de lo que la gente espera de sus gobiernos. De repente nos dimos cuenta que efectivamente hay cosas que el Estado puede hacer que el mercado no puede. A la vez, se espera del Estado transparencia, responsabilidad, datos, liderazgo. Los líderes que han hecho eso -Merkel, Trudeau, Ardern- han ganado la confianza de sus pueblos. Los que mienten, esconden o ignoran la realidad no solamente pierden confianza, sino que obtienen peores resultados en la pelea contra la pandemia.
-¿Cómo cree que influirá todo esto que pasa en el proceso constituyente en Chile?
-Es evidente que las expectativas que la ciudadanía tiene del Estado, más su condición económica y social, van a influir en lo que esperarán de una nueva Constitución. Después de varios meses o años donde la salud está en el centro de nuestras vidas, es evidente que habrá demandas para que la salud sea algo prioritario en la Constitución. Si las y los chilenos viven meses o años de desempleo, supongo que la demanda será por mejores políticas sociales en esa materia. Creo, por lo tanto, que esta pandemia cambiará la discusión de forma muy importante.
-¿Es optimista o pesimista respecto de los próximos meses?
-Soy realista. Se vienen meses muy difíciles. Pero como alguien que estudia la historia, uno sabe que ni las guerras ni las pandemias ni las crisis económicas duran para siempre, y que a veces terminan con cambios importantes y cambios para mejor. Pienso en el tratado de Westfalia de 1648, que construyó un sistema internacional moderno, o en la irrupción de los estados de bienestar de postguerra, o en el boom económico que vino en los años 50 del siglo pasado. La pregunta es quiénes van a liderar esos procesos en el mundo post covid-19.