En 2014, con su libro Padres Tóxicos. Legado Disfuncional de una infancia, el psicólogo español José Luis Canales generó un revuelo significativo en la sociedad internacional de aquel entonces, pues el cuestionamiento a la paternidad/maternidad estaba explícitamente centrado en la incapacidad de generar conductas de protección y cuidado a los/as hijos/as. Me tomo de la teoría política contemporánea para hacer la proyección psicoanalítica y extrapolar este concepto al de 'estados tóxicos', los cuales se hacen más palpables en períodos de crisis y manifiestan condiciones de completa indefensión por parte de la ciudadanía frente a la toma de sus decisiones.
Durante la semana, el alcalde de El Bosque Sadi Melo utilizó la expresión 'pandemia social' refiriéndose a las consecuencias económicas del coronavirus en el país, reflejadas explícitamente en una serie de protestas que dieron cuenta del descontento social por la falta de alimentos, medicinas y salud de las familias de los sectores más vulnerables del gran Santiago. Por su parte, el diario El Siglo (19/05/2020) publicó una carta de los/as parlamentarios/as de esa comuna al Presidente de la República solicitando que el Estado se comporte como un verdadero 'padre funcional' y de garantías de "subsistencia digna de la población, con políticas públicas urgentes, tendientes a responder a medidas paliativas en los sectores vulnerables tales como lo son la vivienda, alimentación, salud y protección social". Asimismo, el ex director de SERNAC, José Roa en su columna (El Mostrador 10/04/2020) también se refirió al paso de una crisis sanitaria a una pandemia social, reprochando a las autoridades por imponer cuarentenas a miles de chilenos/as sin tener en cuenta el aseguramiento de servicios básicos e infraestructura crítica.
El concepto de 'pandemia social' ya estaba presente en la literatura latinoamericanista, pero dando cuenta de los diversos procesos de violencia que sufrieron 'las Américas' en el siglo XX. Pero es justamente en esta tremenda crisis que estamos viviendo que la ONG Acción Contra El Hambre señala que esta pandemia dejará más de 29 millones de nuevos pobres en Latinoamérica y producirá migración interna. Es que como precisó la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, son precisamente "los grupos más vulnerables [los cuales] soportarán el peso de las repercusiones de la pandemia". En América Latina, lo señala el diario El País (30/04/2020), las condiciones de extrema pobreza están íntimamente relacionadas con la informalidad laboral, la cual asciende a un 54% (E&N, 09/05/2020), y un 90% de informales perderán sus ingresos a raíz de este fenómeno. De acuerdo al medio español, la informalidad reúne a personas que viven el día a día y de lo que producen en la calle, por lo cual el teletrabajo parece ser una absurda utopía.
Una última variable es observada en el informe de la CEPAL "Las Oportunidades de la Digitalización en América Latina durante el Covid-19", aquí se muestra que el 85% de los/as ciudadanos/as de países como Perú, Bolivia o El Salvador que pertenecen al quintil de riqueza más bajo, no usa internet. Por lo tanto, quedarse en casa parece un sinsentido.
Sin duda, el aumento del desempleo será de más de 11 puntos (37,7 millones de trabajadores/as) en América Latina. Por lo tanto, las políticas generalistas no sirven y se observa un fracaso en la gobernanza pública en tiempos de crisis. Los 'estados tóxicos' actúan como dioses del Olimpo, no tienen que ser compasivos, justos ni tener la razón, muy por el contrario, su actuar es antojadizo e irracional.
El estado tóxico, como diría el filósofo francés Michel Foucault, vigila y castiga, y reprende a las expresiones ciudadanas que exigen, en un legítimo actuar democrático, que el Padre Estado se comporte con madurez política y responsabilidad social para con sus ciudadanos/as.