Demasiado sordos
Si el gobierno estima que es suficiente con cambiar al ministro de Salud, se equivocará otra vez: aquí se requiere un plan robusto en lo sanitario y lo económico... Y escuchar.
Chile vive uno de los momentos más difíciles de su historia reciente, por el sometimiento, casi completo a los efectos causados por la pandemia global y su cuestionable manejo. Estos impactos solo tienen un paralelo hace un siglo, con la gripe española. Hoy vemos personas que han muerto, otras que han enfermado, otras que han perdido sus empleos, fenómenos que golpean lo más íntimo de su ser, circunstancias y a quienes le rodean.
No son números cualquiera, son individuos con historias, presente y futuro, con sueños, hijos, padres y madres, abuelos y nietos nacidos en esta tierra o adoptados por ella, que quedan en una tremenda incertidumbre.
Es cierto, este es el fenómeno de los tiempos, no obstante, la experiencia y distintos autores nos muestran que las personas y sociedades buscan certezas creando mitos y organizaciones, como el Estado, precisamente para atenuar tales dudas y reducir las complejidades que la vida tiene.
Teniendo ello presente, debe decirse que el Estado, con su jefatura de gobierno a la cabeza, no ha estado a la altura del desafío, ni ahora, con la crisis del coronavirus, ni antes, con las respuestas que abrió el estallido social: el grueso de la oferta y soluciones siguen buscándose en el esfuerzo de las personas, las mismas aquejadas por innumerables dificultades.
Chile vio la magnitud de lo que desató la enfermedad en China, Italia, Francia y España y, sin embargo, se preparó mal, evaluó mal y tuvo una soberbia tremenda, incluyendo frases absolutamente destempladas como "retorno a la normalidad". A esto sumó un plan mezquino de apoyo a las familias más vulnerables. Tales ingresos -lo sabe cualquier ciudadano medio- hacían insostenible que las personas permanezcan en sus hogares resguardando la cuarentena.
Si el gobierno hubiera desarrollado un plan robusto, para enfrentar la crisis sanitaria, como antes, para responder al 18 de octubre, no estaríamos en la situación delicada de hoy: como uno de los países más perjudicados del planeta, con médicos salvando vidas dramáticamente y eligiendo quién sobrevive.
Hay que enfatizar: la protesta de octubre se extendió por meses, casi exclusivamente por el mal manejo de una administración que nunca pareció entender la profundidad de la demanda. Si la escalada de violencia se detuvo, fue simplemente porque la mayoría de las familias se asustó con lo que veía, pero en ningún caso porque la oferta del ejecutivo fuera satisfactoria. Sería tiempo, de una vez, que el gobierno comprenda los problemas de la mayoría de los compatriotas y decida jugar un rol relevante ahora, en lo sanitario y lo económico.
La ceguera de la autoridad es, a estas alturas, pasmosa e incomprensible.