Los liderazgos
Antofagasta tiene una crisis evidente, que no ha soslayado su éxito económico. Hay que reconocer división y violencia en la sociedad y hay que hacerse cargo. Pero esto no es pura acción y voluntarismo, se debe exigir un análisis -por cierto urgente- pero detallado, más fino, más reposado, entendiendo los dolores de la población y sus expectativas.
Las sociedades se constituyen en complejos planos de dominio que buscan el orden y el bien común, habitualmente tales construcciones son posibles gracias a liderazgos potentes que cambian la interpretación que hacemos de la realidad y crean mundos posibles que otros siguen.
En ocasiones pueden ser catalogados claramente en esa línea, como los casos de Mahatma Gandhi, el doctor Martin Luther King, Pedro Aguirre Cerda o también en el extremo opuesto, como Hitler o Mussolini.
Varios líderes hicieron posible romper con la esclavitud, otros apostaron por la educación, abrieron fronteras, conquistaron espacios, doblegaron dificultades, crearon artefactos o descubrieron otras fronteras.
Cristóbal Colón, Hernando de Magallanes, Neil Armstrong, Marie Curie, Steve Jobs, o incluso en la literatura con James Joyce, Miguel de Cervantes o William Shakespeare.
Antofagasta ha tenido los suyos: Juan López, el Chango, José Santos Ossa abrieron los caminos, José Papic fundó su aporte en el Centro para el Progreso, porque entendió el desafío que el territorio tenía en aquellos años: falta de agua, de alimentos, de trabajos, de calidad de vida, en definitiva.
Antofagasta ha progresado mucho, igual que Chile, qué duda cabe; no obstante, hay críticas profundas al desarrollo conseguido y síntomas profundos al respecto, porque el éxito se ha entendido en una dimensión estrecha, vinculada solo al aspecto económico, dejando de lado la profundidad de la vida misma.
Es decir, hoy contamos con liderazgos, pero acotados, muy individualistas y con poco sustrato de lo que es la sociedad y adónde debe dirigirse eficazmente en búsqueda del bien común.
La crisis del 18 de octubre y los hechos de violencia vividos en Antofagasta nos plantean un desafío, apuntó correctamente el sociólogo Eugenio Tironi: la ciudad, especialmente sus líderes, deben preguntarse qué estamos haciendo mal, qué debemos corregir para enmendar un camino y dejar de perder tiempo.
Eso pasa por conversar más, escuchar a quienes han estado invisibilizados y entender que el fenómeno vivido a partir del 18 de octubre es más complejo que pura delincuencia o ideología... es también la crisis de liderazgos ausentes, pobres o equivocados.