Enfermera sobre crisis en Antofagasta: "Es lo mismo que pasó en Nueva York"
ENTREVISTA. María José Baros trabaja hace un año y medio en un hospital de la ciudad estadounidense, el cual debió reconvertirse para afrontar la pandemia. Comenta que "trabajando unidos" pudieron salir adelante.
María José Baros recién se acomodaba a su nueva vida en Nueva York cuando sobrevino la pandemia de coronavirus.
La joven enfermera, titulada en 2013 en la Universidad de Antofagasta, vive hace un año y medio en esa ciudad estadounidense, que ha sido una de las más golpeadas por la enfermedad, con casi 400 mil contagios y unas 25 mil muertes.
Allá trabaja en un hospital privado que debió reconvertirse completamente para el tratamiento de pacientes covid. Se trató -cuenta- de una experiencia límite, para la cual nadie estaba preparado y que, tras mucho sufrimiento, ha comenzado a quedar atrás.
¿Cómo fue trabajar en esta pandemia en Nueva York?
-Fue terrible, de partida nos pilló de sorpresa. Yo empecé a escuchar esto del coronavirus cuando estaba en Antofagasta, había ido a visitar a mi familia en enero, pero uno siempre lo ve tan lejano, uno no piensa que le puede tocar. Y después cuando volví a Nueva York ya estaban los casos en Europa. El primero de marzo fue el primer caso acá en Nueva York, ahí empezaron a cancelar eventos importantes, la NBA, los partidos del fútbol americano. Entonces entendí que esto se venía fuerte.
¿Estaban preparados?
-Nadie nunca estuvo preparado, lo primero fue que restringieron el uso de las mascarillas quirúrgicas, porque obviamente se temía una escasez de recursos. Nos empezaron entregar las N95, pero súper restringidos, una te duraba diez días, y después cuando comenzamos a recibir ayuda de otros estados, nos daban una diaria. Tuvimos que adaptarnos a todos estos elementos, pero lo más terrible fue ver la cantidad de gente que moría. En este hospital por los altavoces activan alarmas y uno escucha por ejemplo "código azul", cuando es un paciente que está en paro, o "rapid respond", que es cuando un paciente se está complicando y para evitar que caiga en paro llega un equipo a estabilizarlo.
Y estas alarmas sonaban cada 5 o 10 minutos, era como tener un conteo mental de cuánta gente estaba muriendo o se estaba complicando.
¿Desde el primer paciente al colapso cuánto tiempo pasó?
- Yo creo que un par de semanas, el gobernador de Nueva York (Andrew Cuomo) cuando vio que esto se estaba escapando de las manos dio la orden que todos los hospitales debían aumentar su capacidad de camas mínimo en 50%, lo cual hizo que de la nada tuviéramos que crear camas y ponerlas en los pasillos, en las caferías, en las salas de espera. Y la cantidad de pacientes que cada enfermero tenía igual aumentó, o sea, yo en tiempos normales tenía a mi cargo 4 o 5 pacientes máximo, pero en esos tiempos tenía hasta 11. Eran pacientes que apenas podían respirar, estaban con mascarillas de alto flujo, que es el paso previo a intubar.
Sin embargo, lo más terrible en mi caso fue que también restringieron las visitas de los familiares. En un principio fue parcial pero después fue total, entonces el equipo de salud empezó a ser la familia de los pacientes. Imagina lo terrible que es quedarse solo. Después nos entregaron un tablet para que nosotros, los enfermeros, fuéramos los intermediarios entre los pacientes y las familias, y a veces era su última comunicación... esa parte humana y ver que tanta gente estaba muriendo, fue muy fuerte.
¿Qué cantidad pacientes llegaron a tener internados?
-El hospital tiene una capacidad normal de 560 pacientes y llegamos 700 o 800 pacientes aproximadamente.
Uno piensa que Estados Unidos un país tan poderoso, pudo estar mejor preparado...
-No se manejaba el volumen de pacientes que nos tocó en esta pandemia, es decir, estaban los recursos pero no eran suficientes para la gran demanda. No se pensaba que el sistema iba a colapsar, digo colapsar entre comillas, porque se logró manejar, es decir, pese a todo lo terrible que fue, igual pudimos salir de esto con ayuda de otros estados que empezaron a mandar insumos y equipos humanos, enfermeros, médicos, y eso ayudó mucho.
Lo mismo la cuarentena, que fue una de las cosas que nos permitió parar lo contagios y que la curva empezara a disminuir. Yo creo que en ese sentido el gobernador de Nueva York, sin meterme en política, fue un muy buen líder y se pudo manejar la crisis de la mejor forma posible.
¿Cuál es la situación actual en tu hospital y en Nueva York?
-Ya no tenemos unidades covid, las unidades volvieron funcionar normalmente, se abrieron los pabellones, las salas de maternidad, seguimos sí recibiendo pacientes con sintomatología, pero ya es todo un proceso distinto. Todo paciente que ingresa al hospital se le hace un test y hasta que tengamos el resultado, está en aislamiento preventivo, y ya después si llega a salir positivo, se traslada a una habitación individual con las medidas de aislamiento que se requieren.
La ciudad comenzó a reabrir, pero por etapas, ahora estamos en la etapa tres, que significa que algunos tipos de negocios pueden funcionar, pero con medidas, por ejemplo, a los restoranes se puede ir, pero solo estando afuera, nada puede ser dentro del establecimiento, y manteniendo el distanciamiento, y todavía se exige el uso de mascarillas.
Reiki
María José estudió Enfermería en la Universidad de Antofagasta y trabajó en el Hospital Regional, por lo que conoce muy bien la realidad local.
Es casada con un estadounidense, y complementa su profesión con la práctica de reiki y otras disciplinas que aprendió en un viaje a Nepal, las que le han sido útiles para manejar el estrés del momento.
¿En lo personal como te afectó tu trabajo en el hospital?
-Manejar los niveles de estrés fue todo un desafío, pero a través de todas las terapias que aprendí, pude hacerlo. Soy de mucho meditar, de conectar con la mente, dediqué todos mis días libres a cuidarme, a alimentarme bien, a descansar, a meditar, y también lo usé con mis colegas. Pero fue una experiencia fuerte, de partida toda una reestructuración familiar, porque nosotros en un principio vivíamos con mis suegros en la misma casa, pero ellos son grupo de riesgo, entonces tuvieron que irse porque obviamente yo iba a estar expuesta. Al final quedamos solos con mi esposo y diseñamos todo un sistema, yo me cambiada uniforme en el mismo hospital, llegaba a la casa y él me estaba esperando con todas las puertas abiertas para que no tocara nada, me volvía cambiar de ropa, me iba directo a la lavandería a lavar mi ropa con agua caliente y de ahí a ducharme. Pasaban 40 minutos antes que me pudiera sentar a comer algo.
¿Como ves lo que pasa en Chile y en Antofagasta?
-(Suspira) desde que empezamos con esta pandemia acá, siempre mi pensamiento fue qué iba a pasar en Chile y en Antofagasta. Porque yo trabajé allá, entonces sé cómo funcionan las cosas, en realidad me da una mezcla de sentimientos, rabia por ver que la gente no cumple, no pone de su parte, no se cuida, el centro está lleno. Mi familia está en Antofagasta entonces sé muy de cerca lo que pasa. Y obviamente me da pena por mis colegas del Hospital de Antofagasta, porque he tenido contacto con ellos y sé que lo están pasando mal, las camas no son suficientes, faltan recursos, llega mucha gente enferma, es lo mismo que pasó acá en Nueva York. Recuerdo que desde que esta situación pasó acá, comencé a contactarlos y a decirles que el tema venía fuerte, un poco para que le dieran la importancia que tenía, porque a mí me pasó también, yo veía en la tele los contagios en China, en Europa, y pensaba que era muy lejos, pero ya cuando de la nada te llega a ti, es terrible.
En Antofagasta estamos cerca del peak, ¿cómo se sale de esto?
-Mi mensaje en realidad es que esto se supera en equipo, eso es fundamental, no es algo que alguien vaya a salir de un momento a otro con las soluciones. Así lo pudimos nosotros enfrentar, con todos poniendo de su parte, porque a todos nos tocó terrible, el trabajo en equipo fue lo que nos permitió salir, o comenzar a salir, de la pandemia.