"Nunca pensé vivir en otra ciudad"
IDENTIDAD. Mc John Vicuña, médico y director de Fundación Manos que Ayudan.
El doctor Mc John Vicuña es el mayor de los dos hijos de Claudio Vicuña y Leonor Maluenda, y ejerce la medicina en la especialidad de ginecología oncológica.
Actualmente forma parte del directorio de la Sociedad Chilena de Ginecología Oncológica y junto a sus amigos Javier Labbé y Marcelo Zamorano, dirige la Fundación Manos que Ayudan, que busca acercar la medicina a las personas con menos recursos.
Este médico, que creció en medio de carrozas fúnebres (su familia tenía una funeraria), es un enamorado de Antofagasta, ciudad desde donde -dice- no se piensa mover.
¿Cómo describirías a tu familia de origen?
-Vengo de una familia muy aclanada. Vivíamos en la casa de mi abuelo paterno, un hombre chapado a la antigua, un poco machista. Yo era el mayor de todos los primos y compartía gran parte del día con él. Ahí tenían una fábrica de ataúdes, era un terreno grande en lo que era el límite norte de la ciudad. Era un terreno grande donde pasaba todo el día jugando entre carrozas fúnebres y féretros. Recuerdo que las cosas eran difíciles para mi familia. El trabajo de la funeraria requiere estar siempre disponible, y por esos tiempos el dinero faltaba con frecuencia.
Mi papá trabajaba mucho, nunca tuvimos fines de semana libres y hasta adolescente nunca compartimos vacaciones juntos. Estudiaba en un colegio subvencionado, cuando me enfermaba tenía que ir al consultorio y en Navidad recibía habitualmente la bicicleta pintada de algún primo. Ahora recuerdo aquellos años con nostalgia, curiosamente no recuerdo haber sentido que algo me faltó, fui un niño muy feliz.
¿En qué momento te decidiste por la medicina?
-Siempre tuve inclinación por las matemáticas y quería ser Ingeniero Civil Industrial. Pero mi abuelo, a quien también le decía papá, quería que estudiara medicina. Para no contradecirlo, le prometí que si quedaba en medicina al terminar el colegio, estudiaría esa carrera. Me fue bien en la prueba y cumplí mi palabra. Con el tiempo me gustó y lo que comenzó como una experiencia que sólo duraría un año por dar el gusto a mi abuelo, terminó transformándose en una historia que duró doce años hasta terminar la subespecialidad en Ginecología Oncológica que hoy ejerzo con dedicación y mucha entrega.
¿Cómo decidiste en qué querías especializarte y por qué la subespecialidad?
-Desde que estaba en quinto año de medicina, supe que quería ser ginecólogo. La especialidad la estudié en la Universidad de Concepción donde los mejores cirujanos, los que hacían las grandes cirugías, las más complejas, eran los oncólogos. Como estudiante me sentía deslumbrado por su habilidad y su conocimiento de la anatomía. Esa admiración rápidamente se transformó en el deseo de querer ser como ellos. Ya en el segundo año de la beca de ginecología había decidido que sería mi camino. Afortunadamente me fue muy bien en las notas, lo que me permitió postular y ganar el único cupo por año que daba el Instituto Nacional del Cáncer para estudiar Ginecología Oncológica.
¿Por qué te decidiste a ejercer en Antofagasta?
-Soy un enamorado de Antofagasta, nunca se me pasó por la cabeza vivir en otra ciudad. Tengo la suerte de que la Romy, mi esposa, también es de acá.
¿Te encontraste una ciudad muy diferente cuando te fuiste a estudiar y cuando llegaste como profesional?
-Sí, al volver me encontré con una ciudad mucho más grande y donde la migración colombiana estaba comenzando su auge. Eso cambió mucho la ciudad y creo que para bien. Hoy Antofagasta es muy distinta, con muchos acentos, costumbres y hasta gastronomía. Ahora me gusta más mi ciudad.
¿Cuándo aparece el lado social en tu desarrollo profesional?
-Mi abuela y mi mamá siempre estuvieron involucradas en agrupaciones que ayudaban a la comunidad. Hacían bingos, juntaban ropa o comida para hogares de menores o centros de ancianos. Supongo que crecí sintiendo que era algo normal dedicar tiempo y trabajo para hacer algo por quien tiene menos. Porque sólo eso podíamos dar, tiempo y trabajo, lo material también nos faltaba a nosotros.
¿Cómo y por qué nace Fundación Manos que Ayudan?
-Hacía rato que quería hacer algo para ayudar a los pacientes que no tenían fácil acceso a la salud. No tenía claro como concretarlo, hasta que un día, en un asado que compartía con mis amigos Javier y Marcelo, lo conversamos. Ellos tenían el mismo deseo. Curiosamente lo que comenzó como una idea entre copas, que rara vez ven la luz, esta vez se concretó y casi dos años después nuestra Fundación estaba legalmente formada. Hoy ya hemos realizado cientos de operaciones a pacientes que estaban en lista de espera y hemos creado servicios de apoyo gratuitos para evitar que la gente salga de casa en estos tiempos de pandemia. Sé que aún podemos crecer mucho y estamos enfocados en ello. Queremos contribuir a una salud accesible para todos y con eso lograr una mejor calidad de vida a toda nuestra sociedad.