Pandemia y salud mental
Miles de chilenos están sufriendo las consecuencias de meses de encierro, incertidumbre y temores. La amenaza es real y debe abordarse. La salud mental en Chile aún es un tabú, un motivo de vergüenza, y eso es algo que nos pesa. Debemos entender que no hay pecado en pedir ayuda, y no hay acción más noble que entregarla.
El impacto de la pandemia en la salud mental de los chilenos es un tema serio, que recién estamos calibrando. Cuatro meses sometidos a medidas restrictivas, recibiendo información atemorizante y en -el peor de los casos- afectados por la pérdida de un ser querido o un amigo, son una combinación de factores que pueden afectar los delicados equilibrios de nuestras mentes, llevándonos a estados que no deben minimizarse.
Según datos de la última Encuesta Nacional de Salud (ENS), en Chile, antes de la pandemia, una de cada cinco personas había sufrido algún desorden mental en los doce meses previos, es decir, más gente se enferma de la mente, que de cáncer, diabetes u otras enfermedades consideradas recurrentes.
Lo que pasó desde marzo en adelante con la llegada del coronavirus, es un tema que aún no está suficientemente estudiado, pero donde existen algunos datos relevantes.
El último reporte del Departamento de Información y Estadísticas (Deis) del Ministerio de Salud, indica casi dos millones de atenciones en programas de salud mental en Chile durante este año, y casi cien mil ingresos al sistema, es decir, personas que tras consultar quedaron con algún tratamiento bajo control de especialistas.
Los datos muestran que la población más afectada son las mujeres de 30 a 34 años, y de 45 a 59 años, y los cuadros más frecuentes son los trastornos de ansiedad y de ansiedad generalizada.
Las cifras son preocupantes, más si se tiene en cuenta que podrían no estar reflejando la real magnitud del problema, pues existe consenso en que muchas personas postergan la consulta o jamás la realizan. A fin de cuentas, la salud mental en Chile aún es un tabú, un motivo de vergüenza, y eso es algo que nos pesa y que costará cambiar como sociedad.
Los pronósticos son coincidentes. La pandemia de coronavirus será seguida por una pandemia de trastornos mentales que, no tratados a tiempo, pueden tener desenlaces graves. Por eso, preocuparse de la salud mental propia y de quienes nos rodean es una obligación. No hay pecado en pedir ayuda, y siempre debe haber manos dispuestas a entregarla.