Covid 19: responsabilidades y esperanzas
Los coronavirus y una gran variedad de otras familias de virus que circulan entre especies animales tienen el potencial de transmitirse a los seres humanos, provocando enfermedades denominadas zoonóticas. Algunos ejemplos conocidos son las gripes aviar y porcina, fiebre del Ébola (murciélagos), fiebre Zika (mosquitos) o la enfermedad causada por el Hantavirus (ratones), especialmente conocida en nuestro país.
Los brotes epidémicos de enfermedades infecciosas emergentes se han cuadruplicado desde los años 80, debido a una constelación de factores que incluyen el cambio climático, el crecimiento demográfico, la urbanización y la globalización, los que han remodelado el planeta y nos ponen en contacto con nuevos ambientes, climas y especies que son vectores de este tipo de patógenos.
La mayoría de los coronavirus sólo provoca síntomas respiratorios leves, similares a los del resfriado común, pero tres de sus miembros han causado gran impacto, como son el SARS-CoV (en 2003), el MERS (en 2012) y actualmente el SARS-CoV-2, cuyo origen sería un virus de murciélago que se hizo transmisible a través de una especie animal intermedia (probablemente el pangolín).
Los seres humanos tenemos responsabilidad directa en esta crisis sanitaria, sin embargo, también se incuba la esperanza de obtener lecciones y de generar una reflexión profunda sobre el delicado balance que mantenemos con nuestro medio ambiente, así como la necesidad urgente de frenar el cambio climático que hoy amenaza la riqueza biológica del planeta, pero también nuestros sistemas alimentarios y económicos.
En segundo lugar, surge la oportunidad de articular una red permanente de colaboración académica y público-privada que permita alinear esfuerzos científicos internacionales para desarrollar con mayor velocidad vacunas efectivas contra enfermedades infecciosas emergentes. Bajo condiciones normales, una vacuna puede demorar entre 10 y 20 años para superar las fases de estudios clínicos (en humanos) y lograr una autorización regulatoria y de comercialización. Sin embargo, actualmente ya se cuenta con 6 vacunas candidatas a nivel mundial, las cuales han avanzado exitosamente a las pruebas clínicas fase I (estudio de seguridad) y fase II (estudio de eficacia), generando una expectativa optimista de que el próximo año contemos -en temporalidad récord- con una vacuna para el SARS-CoV-2.
Y como si fuera poco, deben resolverse múltiples problemas de escalamiento y cadena de suministro necesarios para distribuir la vacuna a escala global.
En síntesis, esta pandemia pone en evidencia el impacto negativo que causamos en el medio ambiente, pero como contrapunto revela los valores de la ciencia y de la cooperación como dimensiones profundamente humanas que nos han brindado y nos brindarán la capacidad de sobreponernos a esta nueva encrucijada.