Andrés Sabella, un llamado vigente
Andrés escribía de pie, apuntando con vehemencia y sed de justicia a elevados ideales de humanidad.
De pie y en la espalda su inseparable carcaj, repleto de flechas ígneas que buscaban el blanco más sublime: sembrar esperanza en los hombres y llevarlos a la cima de su dignidad.
Acompañado por el incesante revolotear de gaviotas y el eterno palpitar de las olas, Andrés emprendía su mágica navegación. En lontananza, un horizonte engañoso, límite etéreo y pertinaz no ahogaba el ímpetu de su travesía. El poeta, navegante de sueños, siempre podía ir más allá; desplegaba las velas de su intrépida nao y temerario se aferraba al timón, dejando que las musas lo guiaran en jornadas de estrellas y sol.
No solo buscaba versos alegóricos o belleza envuelta en metafóricos atuendos. Andrés, incansable y fraternal, vivió un compromiso de entrega a la universalidad, sin licencia para tibiezas; su esencia se consumía en fervores humanistas y sociales que plasmaba en cada texto, en las causas que abrazaba y en una vida dedicada a la ascensión del hombre en plenitud.
Andrés, poeta y maestro, cantó al mar, al desierto y con su lirismo bautizó al Norte Grande. En su poesía primó un permanente acercamiento a los más profundos e insondables misterios del alma humana. Con el prodigio de su pluma extendía la mano generosa al hermano explotado, al perseguido, al caído.
Andrés alguna vez dijo: "Escribo para que los hombres tengan en mí un aliado en su batalla por alcanzar la plenitud, gozando las alegrías de una existencia en paz y en abundancias".
Sus flechas encendidas de elocuencia y verdad apuntaban "hacia la Tierra madura de paz y abundancia, hacia el Hombre jubilosamente libre, hacia la poesía en hermandad con la justicia."
Declaración de la que somos herederos los hombres de buena voluntad; llamado actual y vigente que nos motiva a seguir el legado del hombre consecuente, el poeta comprometido, el maestro señero que fue Andrés Sabella.
Juan Miguel López, profesor