Jonathan Villella Coyán
A aproximadamente 20 minutos antes de que la pasara a buscar la ambulancia (no se ha sentido bien tras haber superado el coronavirus), la vocera del macrocampamento Los Arenales, en el sector norte alto de la ciudad, Elizabeth Andrade, de 55 años, relataba los esfuerzos que han tenido que implementar dentro de la toma, para afrontar la crisis sanitaria.
Son cerca de 1.600 las familias que viven actualmente en el asentamiento, la mayoría de ellas, explica la dirigenta, con diversas necesidades a raíz de la pandemia, ya sea porque perdieron sus fuentes laborales -despidos o suspensiones- o por la serie de contagios que se han dado dentro del campamento y los cuales estiman, ya superan los 500 casos, cobrando tres vidas hasta ahora.
La situación, expone Andrade, obligó a que las diversas directivas del lugar se juntarán una vez más con el objetivo de diseñar planes de acción eficaces, que ayudarán a amortiguar el impacto dentro de esta comunidad.
"Al principio, cuando comenzaron a parecer los primeros contagios (se hablaba de 30 familias afectadas a mediados de mayo), como que cada una de las dirigentas se empezó a replegar en su espacio, sin saber qué hacer o cómo. Pero la misma necesidad de poder dar respuesta a eso, nos llevó a conversar, primero por Whatsapp, para hablar del tema, proponer ideas, etc., aprendimos a utilizar el zoom y tener reuniones online, para determinar lo que haríamos", precisó.
"Entonces, un vecino -continuó la dirigenta-, nos dijo que había que desinfectar todo del macrocampamento. Fue así, a iniciativa de eso, que empezamos a desinfectar casa por casa y así sucesivamente en otros comités. Comenzamos a visibilizar el tema de la prevención, incluso en nuestras redes sociales".
Además se formaron distintos grupos de delegados, quienes asisten y apoyan a las familias que están contagiadas, llevándoles alimentos para que no tengan que romper la cuarentena.
"Los delegados también les sacan la basura, les ayudan a comprar los insumos para sus primeras necesidades. Y eso ha sido un acompañamiento real de vecino a vecino".
Ollas comunes
Lizeth Hurtado, de 26 años, es colaboradora de la olla común "Desierto Florido", dentro del comité del mismo nombre. Ahí se elaboran alimentos especialmente dedicados a los más pequeños. Hijos de familias que han perdido sus trabajos.
"Tenemos varios vecinos cesantes. Más que todo con el contrato suspendido. No obstante, la mayoría son trabajadores independientes en la feria, tienen lechugas u otros cultivos. Esos vecinos se han visto más golpeados, ya que ellos viven del día a día", dijo.
Hurtado quiso ayudar junto a otras dos mujeres, a cocinar, más que todo por los niños (son cerca de 120 raciones diarias). "Uno como adulto puede aguantar el hambre, dejar de comer, pero un niño no. Nosotras estamos trabajando para eso, entregamos comida para cubrir la necesidad de los niños, para que no les falte que comer, ni un solo día. No podemos permitir que eso pase".
Compromiso y apoyo
Paola Salazar Cortés, tesorera del comité y de la Olla Común "Mi Ranchito", explicó que fue el compromiso con la necesidad de la gente, lo que las motivó a ella y otras cuatro amigas, a comenzar a gestionar la olla común, la cual ya va a cumplir tres meses de funcionamiento.
"Estamos dando cerca de 130 raciones diarias. Somos cinco vecinas, todas muy comprometidas con esta hermosa labor. Ha sido muy difícil, la mayoría de los vecinos están sin trabajo, además tenemos muchas mamitas que son jefas de hogar y por eso tomamos la decisión de colaborar en esto, ya que es la única manera que tenemos de poder aportar a estas familias", precisó.
La joven mujer explicó además que últimamente se ha complicado mucho el poder reunir alimentos, ya que la situación de los vecinos sigue empeorando y por ende, bajan los suministros para la ola común. "En estos momento estamos prácticamente sin víveres, ya que solo tenemos verduras y no abarrotes, por eso el menú de hoy (jurel encevichado)".
Acotó que "necesitamos ayuda, con las pocas verduras que tenemos, tratamos de levantarnos y seguir con la olla para que no pare. Pero necesitamos ayuda, es mucha gente la que en este momento la está pasando muy mal y no puede aportar. Y aun así tiene su plato de comida cada día".
Fortaleza
Blanca Hidalia Arcos, de 52 años, dirigenta del comité Chilenos Villa El Sol, explicó que no todas las ollas comunes funcionan los mismos días o de la misma forma. Hay algunas que solo funcionan tres veces a la semana, mientras que otras de lunes a sábado, o solo durante las tardes.
En su caso, elabora entre 80 y 100 colaciones diarias, principalmente para niños, aunque también llegan a la olla jefes de familia y gente en situación de calle. "Es algo a lo que no podemos negarnos ¿cómo podríamos? Si nosotros estamos cocinando para ayudar y de pronto llegan personas en situación de calle de fuera del campamento, pues son bienvenidos a comer... nosotros tenemos un dicho, que es: cuando el Estado desaparece, Los Arenales florece y más se fortalece". Y así no más es".