Ayquina y su fiesta
Vuelvo a Ayquina cada vez que puedo. Esta vez estuve en la fiesta "chica" del 12 de diciembre. La religiosidad popular de la que el Santuario de la Virgen de Guadalupe juega un lugar central, parece tener una salud de hierro. En los 70, fue la primera vez que estuve, albergado por la familia Rosales del baile Chuncho de Calama. Una experiencia que con los años se va acentuando, en la dimensión de entender mejor el porqué de estas manifestaciones religiosas populares que no se dejan amañar.
Ayquina posee, además, una belleza superlativa. El verde surge del fondo de la quebrada como testimonio del milagro de la agricultura y de la vida. Cantar y bailar son los ejes de este Norte Grande que tanto inquieta a quienes no nos conocen. Bronces y zampoñas nutren a este espacio sonoro, orquestado por el viento y los pájaros que habitan la inmensidad de ese cielo que por la noche nos muestra el milagro de las estrellas. En Ayquina, la escuela funciona desde 1953. Esta frase es elocuente: "Entre las flores de mi jardín, eres tú la más bella". Es la Guadalupe.
La diversidad de sus construcciones da cuenta de los múltiples influjos. Empinadas sobre los cerros las casas dialogan con el entorno. Sus calles hacen honor a la memoria y a la historia. Una lleva el nombre de Tomás Paniri, líder revolucionario del siglo XVIII. Un ejemplo, de voluntad, la de sus habitantes, de no perder sus vínculos con el pasado. Paniri, fue apresado en Chiu Chiu, trasladado a Pica y ejecutado en Iquique.
La fiesta religiosa-cultural de Ayquina se realiza en veneración a la Virgen de Guadalupe. Esta fiesta dura casi una semana. Los días principales de celebración son el 7 y 8 de septiembre.
En los pies de la quebrada, luego de salir en procesión las imágenes de San Roque, San José, Juan Diego y la Guadalupe presiden el ritual. El cura grita varios vivas. Una mujer, fiel a su sangre, complementa con un "Viva la Pachamama".
Al igual que la Virgen de Las Peñas, La Tirana, San Lorenzo, Ayquina se inscribe en la ruta de la religiosidad popular, ruta que no cesa de alimentarse y de afirmarse como signo evidente de nuestra rica y compleja identidad cultural.
Bernardo Guerrero Jiménez, sociólogo UNAP, escritor