No es lo mismo hacer una expedición astronómica que establecer un observatorio. En el primer caso se trata del viaje e instalación temporal de algún instrumento astronómico, usualmente para observar un fenómeno específico, tomar datos y marcharse. La instalación de un observatorio, en cambio, crea un punto desde el cual realizar observación astronómica de manera sostenida en el tiempo, lo que permite estudios más complejos y profundos pero conlleva también riesgos más grandes: Una mala elección de lugar puede ser desastrosa y forzar más tarde al traslado o cierre del observatorio. Fue el caso de dos importantes observatorios.
La astronomía comienza en Chile en 1849 con la instalación en el cerro Santa Lucía, en Santiago, de un telescopio ecuatorial traído por James Melville Gilliss por encargo del Observatorio Naval Estadounidense. ¿Su objetivo? Medir la distancia entre la Tierra y el Sol. Aunque esto pudo ser una expedición, pronto las autoridades chilenas expresaron interés en conservar en suelo nacional los instrumentos astronómicos. Finalmente los compraron y con ello nació el Observatorio Astronómico Nacional en 1852. Lamentablemente el lugar de su emplazamiento no era conveniente, sujeto a deformaciones térmicas y acumulación de polvo. Tuvo que ser trasladado a la Quinta Normal, al pueblo de Lo Espejo, y finalmente al cerro Calán, donde hoy goza mayormente de importancia histórica.
¿Cuál fue el primer observatorio en el norte? El Observatorio Solar Montezuma, del Smithsonian Astrophysical Observatory (Estados Unidos), operó cerca de Calama entre 1920 y 1955. En la foto adjunta, de Smithsonian Institution Archives, podemos ver las instalaciones. Su trabajo era medir variaciones en la radiación solar, lo que hizo durante décadas hasta que el polvo de la naciente mina de Chuquicamata obligaron a su cierre.
Eduardo Unda-Sanzana es Director del Centro de Astronomía de la U. de Antofagasta, www.astro.uantof.cl