Tejido social
¿El país es mejor que ayer? Sí, es obvio, ¿porqué entonces hay malestar? Por las mayores expectativas, la modernización y la ausencia de encuentros concretos. Veamos nuestras ciudades y los segmentos más jóvenes. ¿Dónde se encuentran, dónde se hace comunidad, dónde se construye el sueño/ mito de un futuro juntos? Hasta ahora, la respuesta es en los espacios de consumo.
El obvio desencuentro que manifiesta el país desde mucho antes del 18 de octubre de 2019 tiene su exploración más potente en las ciudades; en realidad, ocurre en los espacios urbanos, no en los sectores rurales, tiene por principales protagonistas a los jóvenes, no a los más pobres, no irrumpe desde las instituciones, tampoco posee líderes, sino que emerge desde toda la sociedad, algo desorganizada y anómica, debe decirse.
¿Qué nos dice aquello? Varias cosas y por lo pronto, debe enfatizarse que sus principales actores no son necesariamente los más desposeídos o marginados (aunque luego se hayan sumado), sino a grupos modernizados, como los estudiantes, la clase media, trabajadores formales, que parecen explotar ante un sinnúmero de hechos que pesaban sobre sus espaldas.
¿Pero qué es lo que se demanda? ¿Es el reclamo por el acceso al consumo? ¿Es la calidad de educación o la salud? ¿Las bajas pensiones? Asuntos que se solucionan con más recursos y equipos y que objetivamente han mejorado en el tiempo (cualquier ránking lo confirma). Debe ser todo ello y más cosas. Porque el problema es mayor, más grande que la mera impresión subjetiva es que permanece.
¿Por qué hay grupos que se sienten tan desplazados a pesar de que sus condiciones materiales son mejores?
Allí aparece la desigualdad, no solo de ingresos, también otra más simbólica que podría estar relacionada con el sueño colectivo que cada uno de los individuos tiene, acepta y valora junto a los otros. Eso también es modernización e incertidumbre y allí fallamos, pues no entendemos la magnitud e implicancias del fenómeno. La inclusión social de todo tipo -aunque mejora, no es suficiente y no parece verosímil- no es tal y apenas aparece en coyunturas como el fútbol, Fiestas Patrias o la Teletón. No existe para la construcción de un país muy segmentado y ajeno entre quienes pertenecen a distintos estratos socioeconómicos.
Reconstituir el tejido social, donde el mito de la pertenencia a una nación sea algo que valga la pena y dé sentido a los habitantes, algo así como el cemento de una estructura, es probablemente el desafío mayor, porque tiene expresiones en el trato a la persona, la construcción de las ciudades y la forma en que abordamos la educación y el trabajo.
De aquello poco sabemos y hay que explorarlo.