Menorial de Juan López 5
En los últimos pasos de Juan López, lo admiramos no estirando mano de mendigo, sino de hombre capaz de ganar su pan. Las investigaciones de José Antonio González afirman:
"No se puede precisar la fecha de publicación periodística del Memorial ya que en el volumen de recortes, la página precedente lleva por fecha 1888, pero las siguientes, se fechan en 1895. Pensamos que este debió publicarse en El Industrial, periódico fundado por Matías Rojas el 1 de agosto de 1881.
Como fechas aproximadas, deducimos que la publicación se debió realizar entre 1897, año de la 4° Ed. del Diccionario Biográfico y 1900, datación de Arce, volumen VIII. Vale recordar que, en junio de 1905, Carlos Pezoa Véliz destacó los "siete u ocho tomos de recopilación literaria que guarda". De esto se desprendería que Arce, por lo que conocemos, entre 1900 y 1905, no trabajó otro volumen de recortes. Pedro Pablo Figueroa falleció en 1909. En su memoria, podemos señalar que fue la persona indicada para reparar tan injusto olvido.
La imprecisión en indicar desde cuando tuvo Pedro Pablo Figueroa el Memorial, nace de lo puntualizado en líneas anteriores. Sólo se sabe que cuando lo dio a la prensa, hizo notar que lo poseía desde "unos quince años".
La publicación completa del Memorial despeja una incógnita más de la historia de Antofagasta, corrobora la magnitud de la proeza de nuestro primer poblador y reafirma la honradez que caracterizó a Isaac Arce en la redacción de sus Narraciones Históricas de Antofagasta, que cumplen su cincuentenario como guías de las investigaciones históricas en nuestra región".
¿Qué le acontece después? A partir de 1872, desaparecen los rastros de Juan López. Estamos ciertos que no ha muerto, que continúa andando la pampa, cateando, buscando, desafiando a la buena y a las malas fortunas. Tal vez, un día, retorne a su puerto para preguntarnos qué sueños logramos y que esperanzas guardamos para tantear futuro. Nos oirá, un instante, marchando, en seguida, llamado por las cuatro tentaciones del desierto, firme de huesos y de alma, obediente a la consigna de su sangre: ¡Vivir! Es, también, la orden que nos impuso a los antofagastinos.
Andrés Sabella, HACIA, Cuadernillo N° 94