Poliarquía y Aspiraciones Constituyentes
En cuenta regresiva para las votaciones y los resultados del proceso constituyente que buscan reformar la actual constitución, me vienen remembranzas a la mente como cuando acompañé a mi abuela a votar en el Plebiscito de 1980. Como diría el comunicólogo canadiense René Jean Ravault (1983), el contexto era distinto. A mi modesto juicio, no se aprobó una constitución a través de un proceso de ilegitimidad institucional sino más bien sobre un escenario de extrema coerción, cumpliéndose lo que el catedrático de la Universidad de Yale Robert Dahl (1961) señalara como la primera fórmula del poder: A empuja a B a hacer algo que de otra manera no haría, es decir, dominación. Como en todo proceso de votación popular, los funcionarios del Ejército de Chile cuidaban el orden, armados hasta los dientes y con actitudes desafiantes frente a la mirada temerosa de una niña.
El contexto de este plebiscito es totalmente diferente, pues se enmarca en medio de una crisis pandémica y social (económica y politica), generada por un pronunciamiento ciudadano, llamado 'estallido social' y como resultado de una cocina política denominada 'Acuerdo por la Paz'. Si bien la ciudadanía no quedó contenta con este pacto a 'espaldas del pueblo' como se decía en las calles, pero como nos vuelve a recordar Dahl (1961), el núcleo normativo de la democracia (constitución) se basa en un principio de igualdad política que es constantemente amenazado por el poder económico, la instrumentalización del sistema institucional y las prácticas o 'habitus' (Bourdieu, 1979) para llevar a cabo la Carta Magna. Así, este profesor estadounidense define la democracia como una poliarquía o 'el poder de muchos/as', que desgraciadamente no equivale al poder del pueblo.
Es justamente esta poliarquía una fiesta de la democracia, porque nos da la esperanza de construir nuestros destinos sobre la base de una relativa equidad politica, aun cuando aparecen en estados de vigilia mis 'preocupaciones constituyentes' de quórums y negociados políticos de asambleístas. Estas inquietudes, como lógica de una creyente con profundas dudas, constituyen lo que los post-estructuralistas llaman la 'incompletitud de la democracia'. En este contexto, la gente se cuestiona y sueña sobre qué le gustaría que incluyera la nueva constitución, o al menos las conversaciones constituyentes post 25 de octubre.
No a la usanza de la Noche Boca Arriba (1956) de Julio Cortázar, sino más bien teniendo en cuenta el poema Primer Sueño (1692) de Sor Teresa Inés de la Cruz en que se delira sobre la naturaleza, el/la hombre/mujer y sus virtudes espirituales. Agustín Squella (Soy Antofagasta, 07/10/2020) nos habló de la importancia del marco ético valórico que debe contener nuestra carta fundamental más allá de una simple declaración de principios. Esto debiera estar soñado en la práctica como un modelo de desarrollo sostenible del país con cuidado del medio ambiente y de los derechos de los pueblos originarios; un capitalismo responsable o consiente que cuida y proteja los derechos fundamentales de los/as ciudadanos; una refundación a las instituciones empezando por Carabineros sueña la abogada constitucionalista Karina Ibarra, y así se van sumando todas las aspiraciones constituyentes.
Mi sueño desde la poliarquía es una política exterior definida en un multilateralismo que respete la normativa internacional dándole un nivel constitucional a los acuerdos, cortes y órganos internacionales para que puedan impactar nuestra política doméstica sobre todo en tema de derechos humanos, y al igual que la ex Presidenta del Tribunal Constitucional, Marisol Peña, yo anhelo una descentralización casi federalista del país, así pasaríamos de la 'pequeña California' a la gran Segunda Región, y un Consejo de Seguridad del Estado que se convierta en un órgano asesor del Ejecutivo y que permita conectar la política exterior con la politica interna en temas de seguridad y defensa.
Finalmente, las soberanías son, hoy en día, psicológicas y emocionales.