La noche de San Juan
La celebración de San Juan, el 24 de junio, "coincide con el solsticio de invierno, principio del año nuevo incásico" (Grete Mostney, "Peine, un pueblo atacameño", página 91).
En el pueblo, al caer el sol, en la tarde del 23 de Junio, los vecinos encendían "luminarias" en las puertas de los corrales. Allí, mientras conversaban, construían pequeños corrales, no mayores de 20 centímetros de diámetro, con una fila de piedras pequeñas que representaban la pirca o el muro. Dentro del mismo corral, eran colocadas algunas piedrecillas que representan a los animales. A los vecinos que llegaban al lado de las luminarias se les ofrecía "caliente" (vino caliente). En la madrugada del día 24, antes que apareciera el sol, los vecinos se levantaban a observar en los corralitos, el rastro dejado allí ,durante la noche por los animales (piedrecillas). Según sean pocos o muchos los rastros, el año será bueno o malo.
Otra costumbre que se realizaba en la mañana de San Juan, consistía en que, los vecinos, provistos de blancas jarras, bajaban al río en busca de agua; con ellas se acercan a las casas y, con los moradores de rodillas, procedían a bautizar la vivienda.
En la tarde de ese día, algunos vecinos procedían a amarrar las patas de un gallo y, tras hacerlo girar alrededor de su cintura y de su cabeza, hasta emborracharlo, lo dejaban en el suelo. Amarraban un pañuelo en torno de los ojos del vecino y, luego de hacerlo girar varias veces, provisto de un palo, debía ubicar al gallo. Si lograba su objetivo, tendría buena suerte; en caso contrario, carecería de ella.
En 1959 tuve oportunidad de estar trabajando en Ollagüe y Buenaventura, y allí pude observar que, en las puertas de las casas se encendían grandes fogatas durante toda la noche, agrupándose numerosos vecinos. Supe que, quien encendía una fogata o luminaria, debía proporcionar un licor con leche caliente a quienes se acercaran a ella. Esto es muy similar al caliente y a las luminarias en otros pueblos andinos. El objetivo de la fogata, era espantar al diablo que anda suelto dicha noche.
Domingo Gómez Parra, profesor normalista, miembro de OPRIL