Infidelidad electoral
¿Quién no ha sentido la necesidad de ser infiel alguna vez?, en términos electorales me refiero, pensando que la política tiene mucho de sensualidad humana. Si bien se ha analizado la alta abstención en los procesos electorales como parte del 'no voto/nulo-castigo' a partir de las elecciones municipales de 2016 (Karen Rojo fue elegida con un 28%), hay escaso análisis sobre infidelidad electoral y sus causas. Y como dijo el ensayista y crítico literario chileno Alfredo Lefebvre, "se han visto muertos cargando adobes" (1963: 16).
La 'infidelidad política' ya era analizada por autores que anunciaron la muerte de las ideologías (Bell, 1960 y Fukuyama, 1992) y el fenómeno de la post-democracia (Crouch, 2004). En una columna llamada "La muerte de la voluntad ciudadana" (El Mercurio de Antofagasta, 09/08/2020), yo hice hincapié en algunas 'gimnasias políticas' sobre voluntades de votación en el proyecto del retiro del primer 10% de las AFPs (en el segundo retiro, la concreción de voto fue aún más patética). También me referí a la misma metodología de 'negociado político' para la elección del alcalde suplente en la ciudad, práctica que se volvió a repetir esta semana con el edil de la transición Wilson Díaz (PS), perdiendo la Derecha definitivamente la Municipalidad de Antofagasta por alinearse con la oposición.
En su libro Cómo mueren las democracias, Steven Levistky y Daniel Ziblatt señalan que los síntomas de las democracias agónicas se presentan con la aparición de los populismos, pero también "… en un leve quejido: el lento y progresivo debilitamiento de las instituciones esenciales […], y la erosión global de las normas políticas tradicionales" (2018: 37). Dentro de este deterioro de la política tradicional nos preguntamos sobre el rol de la abstención en los procesos electorales. En este mismo sentido, Iván Zavala Echavarría nos precisa que la sociología de la abstención electoral constituye una de las primeras urgencias de la democracia: "Si la 'salud' de la democracia se mide por el número de ciudadanos que van a las urnas, la abstención electoral es el mayor síntoma de su enfermedad. Si una enfermedad grave lleva a la muerte, discernir si ese síntoma es grave, es prever la muerte de la democracia" (2010: 114).
En las elecciones primarias del pasado domingo, la voluntad de voto se hizo presente sólo en un 3% del padrón electoral a nivel nacional, y en la región votó un 2,7%, pero en Ollagüe ni siquiera se constituyeron las mesas de votación. Esto contrasta con la alta votación obtenida en el Plebiscito del 25/O, cuyas cifras (49, 2%) dan cuenta de una especie de 'lucha de clases' entre el apruebo y el rechazo y la movilización de un/a 'nuevo/a votante urbano' (Ciper Académico, 27/11/2020), siendo "la mayor participación de la historia de la República" (Servel).
Si pensamos que la abstención es quien nos 'gobierna' como la tiranía de las minorías, lo lógico es que nos preguntemos a qué se debe esta infidelidad electoral. La literatura plantea que la gente prefiere otras prácticas de democracia representativa como son el voto nulo para mostrar su descontento político. Esta exclusión pasiva se puede entender desde factores individuales como la educación, la raza, el género, la edad, el status y los ingresos, entre otros. Sin embargo, Priscilla Lewis Southwell y Marcy Jean Everest (1992) señalan que la inconformidad electoral se debe a factores sociales tales como la ineficacia política interna y externa, es decir, tanto de los partidos políticos como del propio sistema, pues casi como un chiste de don Otto, el Servel tuvo que salir a dar explicaciones sobre la abstención.
Estas prácticas de 'adulterio político' incluyen lógicas como la "silla musical" que introduce políticos que no fueron mayoría en la votación popular, 'volteretas políticas' que implican deslealtades ideológicas o de sector, y una gobernanza para los partidos políticos y no necesariamente con los partidos políticos.
La infidelidad electoral, en este caso, se representó en un 'no voto', en una actitud de profundo desprecio hacia los conglomerados, concibiendo la idea de que se podría entender una democracia sin un 'mal catálogo de políticos'. Para volver a una fidelidad electoral, hacen faltan nuevos catálogos entonces.