Antonio de Antofagasta
La medicina chilena ha existido fortalecida por el desvelo de sus espíritus más brillantes. Formados en inspiración de universalidad, por nuestra universidad han combatido, otorgándole a sus vidas un sentido heroico de exaltación, abriendo sus inteligencias hacia el mundo y poniendo sus corazones en las cuestiones capitales del ser. Han sido médicos. Y con nobleza, además: pintores y músicos, escultores y escritores, creadores. Doblegaron el desaliento y henchieron sus existencias, con nuevas luces de alma.
¿Para qué enunciar obras y nombres, sí, en casa, contamos con alguien muy querido, que Antofagasta respeta y admira? Don Antonio, o Ivo Serge, si gustáis, resume el brío total de esta conducta universitaria que nos honra. Es profesional de frente amplísima, dispuesto para el riego de todas las posibilidades que enaltecen el espíritu humano.
Antonio Rendic Ivanovic es poeta. Un poeta en franco servicio de amor:
"El que ama deja en todo olor a rosa / y lleva algo de Dios en la garganta"
Está cumpliendo 50 años de Poesía, vastos años de limpidez interior, ajeno al comercio de laureles de los soberbios, atendiendo solamente al dictado puro de la sangre creadora, "Proa al Este y cara al sol".
En 1930, comenzó la bella aventura lírica, publicando "Renglones Íntimos", poemas de tierna médula que no entraron al silencio, porque quienes los leyeron los repitieron, celebrando la humanidad que definía el autor. Más adelante, el poeta ahondó su ternura y aconsejó al niño:
"Haz panecillos de amor. / bésalos / y repártelos, enseguida" .
Hombre claro, de boca fina en la trova, desdeña oropeles y se solaza en aguas y cielos de dulzura, seguro que Dios le sonríe en cada buena palabra que traza:
" … Vuelvo los ojos hacia Cristo / y ya no dudo que el amor existe".
Batallando sin tregua, libro a libro, treinta, cuarenta, ganó el grado de símbolo vivo del alma antofagastina. Es el patriarca de nuestros cerros y nuestras olas.
Nota de la Redacción. Ayer conmemoramos los 124 años del nacimiento del Dr. Antonio Rendic Ivanovic. Sea este nuestro homenaje.
Andrés Sabella, El Mercurio de Antofagasta, 06.04.1980