El Salar del Carmen enfrentado a su desaparición
Rodrigo Castillo Cameron , Presidente Los Viejos Estandartes® Antofagasta
En diciembre de 1857 el nitrato de salitre del Salar del Carmen es conocido por una expedición que había salido desde Cobija liderada por los hermanos Domingo y Francisco Latrille, quienes se dirigían al Cerro del Plomo. Esa pasada por el Salar del Carmen fue conocida por José Santos Ossa en una cantina del poblado de Cobija, organizó una caravana de cateadores entre los meses de julio y agosto de 1866.
Ossa arribó desde Cobija con la vista puesta en encontrar filones de plata y mantos salitreros. Tierra adentro, toma contacto con Hermenegildo Coca, su protegido, de ascendencia indígena, pero digno hombre del pueblo y baqueano de todo el litoral, tan bueno que podía oler antes que ver algún atajo o algún mineral. Coca sintió satisfacción y orgullo al verse solicitado nuevamente por don José a quien admiraba tanto por su hombría, como por su bondad.
La caravana estaba compuesta por don José, su hijo Alfredo, Martín Rojas, Juan Zuleta, José Alarcón, Hermenegildo Coca y el francés Jean Brenchard. A fines de junio una mañana de buen tiempo, la tropa de mulas y exploradores iniciaron su marcha hacia el sur, frente a la costa.
La expedición llegó hasta el Cerro del Plomo y, en su travesía, llegó a tener extrema gravedad a causa de la escasez de agua. Los reconocimientos de mineral que practicó Ossa con la esperanza de que sería plata, le mostraron vetas de plomo poco profundas y con escasa ley de plata. Debido a esta mala experiencia necesitaban encontrar un camino mas directo para nuevamente ir a estos terrenos, por la quebrada que se llamó después "la Cadena" como ruta para internarse al desierto, en vez de la quebrada de San Mateo. De los nuevos estudios y recorridos se encargaron el joven don Alfredo Ossa, Martín Rojas, quien se había unido a los expedicionarios y Juan Zuleta. Después de atravesar la quebrada del reconocimiento, el joven Ossa y sus acompañantes acamparon a tres leguas, más o menos, de la costa, en una llanura abrigada por cerros altos y cubierta de costras blanquizcas. Pasarían la noche en lo que sería el Salar del Carmen.
Antes de entregarse al sueño reparador, Juan Zuleta sacó su yesquero para fumar el último cigarrillo del día, y sobre la mecha encendida, acordándose de la costumbre que tenían los barreteros de Tarapacá, colocó un pedacito pulverizado de las costras blancas que tenía a su alrededor. La mecha chisporroteó fulminantemente. Martín Rojas abrió los ojos con asombro y Zuleta gritó ¡Salitre!, mientras el joven Ossa pensaba en su padre.
Al cabo de algunas horas regresó la pareja de exploradores y Alfredo con gran alborozo corrió hacia su padre que se había adelantado. El joven le gritaba. ¡Hip, hip. Hurrahhh!, ¡encontramos salitre, papá!
Tomó don José la muestra y se la llevo a la lengua, ¡Era salitre! Los Latrille habían tenido razón.
Hoy en diciembre del 2020 podemos ver un Salar del Carmen con microbasurales clandestinos en sus alrededores, empresas que abarcan sus terrenos sin respetar la historia de su oficina salitrera que alguna vez estuvo en el lugar y que tuvo mucho que ver en el desarrollo en los inicios de la ciudad. El humedal que estuvo por muchos años abandonado a su suerte, hoy luce en franca recuperación. Entidades anónimas se encargaron de realizar una zanja tipo riachuelo y verter sus aguas para recuperar el lugar. El verdor no tardará en aparecer y, vaya, que se agradece a los responsables.
Se debe poner atajo a las empresas que están a su alrededor quienes están tapando la historia y acaparando terrenos que están desprotegidos.