Mike Wilson contra el gigante de la ciudad chueca
El escritor argentino-estadounidense, radicado en Chile, pasó la primera ola del covid-19 escribiendo "Némesis", una historia sobre la fragilidad del hombre, una mujer coja y dos hermanitos.
Una mujer coja, un niño asesino, dos hermanitos, un presidiario y otros personajes deambulan entre los escombros de una ciudad inclinada. En "Némesis", un gigante desembarca y azota sin piedad a cada habitante. En el libro se despliegan escenas cruentas donde el antagonista avanza desmembrando, profanando tumbas, rompiendo lo que se le cruce por delante. La trama en "Némesis" es una catástrofe, un final desgraciado. El mal surge desde el océano, desde un barco y corrompe en la arena hasta a los gatos de las escaleras y los pájaros del cielo. Mike Wilson (1974), el singular escritor estadounidense-argentino radicado en Chile, también autor de la celebrada "Leñador" (Orjikh), cuenta cómo urdió este libro sobre la fragilidad biológica del ser humano.
-¿Cómo fue el proceso de escritura de "Némesis", cómo lo pasaste escribiéndola?
-Fue bastante intenso, un poco obsesivo, escribía todos los días y cuando no estaba escribiendo, tenía la cabeza sumida en ese espacio. Me hizo bien, me daba sentido justo cuando todo lo externo a la escritura parecía derrumbarse.
-¿Cuánto tiempo te tomó esta novela y bajo qué condiciones la llevaste adelante, qué rutinas tuviste?
-Partí durante el estallido social, justo antes de la pandemia. La mayor parte de la novela la escribí en cuarentena. Había mucho horror e incertidumbre en el aire, primero opresión, después peste, encierro y la continuación de los toques de queda. Mucho silencio, las noches inquietantes, especialmente durante los primeros meses de la pandemia, el paso del tiempo trocado. En ese sentido, escribir me cronometraba los días, era el lugar donde las cosas avanzaban mientras que afuera todo parecía estar frenándose.
-¿Cómo fue surgiendo la ciudad inclinada y cómo fue habitar esa ciudad chueca?
-En 2019 escribí un texto breve que se llama "El océano invisible" y ocurre frente al mar. No era una ciudad, pero la imagen geográfica quedó en mi cabeza, así como la ciudad que aparece en mi novela "Ártico". Y sí, creo que habitar es la palabra indicada para definir "escribir". Siempre ha sido ir a un lugar, estar ahí, vivir ahí por un tiempo. A pesar de la oscuridad de la ciudad y de lo que ocurre en ella, de cierta manera me daba un refugio.
-Comienzas narrando desde el punto de vista del ferrocarrilero, pero luego muere y aparece una voz omnisciente. Cuéntame de ese cambio. Me recordó la orfandad que deja "Psicosis" con la muerte de la protagonista que es tan imprevista.
-Sí, era algo que tenía claro desde el comienzo, que el narrador iba a morir en el primer par de páginas. Sentía que su muerte sería un heraldo de las cosas por venir, del terror y la aniquilación, y también de la búsqueda de redención, del sentido en un cosmos infinito que se va clausurando. Acallar la voz en primera persona era una forma de cuestionar la voz del yo en la cabeza, aquella voz que nos habla y que le decimos pensamiento.
-Cuéntame de los personajes infantiles, del niño asesino y de los hermanitos.
-Me es difícil explicar los personajes, porque creo que no termino de entenderlos, y prefiero que sea así. Creo que en parte me interesa la combinación de sabiduría prístina e inocencia de los hermanitos. Y, a la vez, está el contrapunto del niño asesino, un chico vaciado por el horror, explotado y sin infancia. Son, junto a la coja, testigos del exterminio.
-Cuéntame de la mujer coja. En "Ártico" también hay una mesera así. ¿Qué hay detrás de esa repetición?
-No sé, creo que ella fue un personaje que quería explorar más allá de "Ártico". En "Némesis" la coja trasciende a los demás, trasciende al tiempo y la divinidad. Me gusta la simetría de la asimetría. Ella y la ciudad son chuecas, cosa que me hace pensar que ella es ideal, todos los demás están desnivelados en relación el suelo que pisan.
- "Némesis" tiene un gran componente visual, ¿podría ser una novela gráfica?
-Puede ser, pero prefiero la idea de lo visual codificado en la escritura. Nunca he sido fan de las adaptaciones en ese sentido, creo que las mejores novelas gráficas suelen ser concebidas así mismo, pensadas en arte secuencial. En el caso de "Némesis" no quisiera cristalizar el lugar con imágenes, pienso que los lectores aportan la visualización de los espacios escritos.
-Cuéntame del formato de la hoja dividida en dos columnas, recuerda a la Biblia pero también lo he visto en literatura -"Arthur Gordon Pym de Poe en la edición de Porrúa, por ejemplo-, ¿por qué adoptaste este formato?
-Sí, está lo bíblico, la disposición del texto en columnas y la relación directa que tiene con el Antiguo Testamento, los libros apócrifos y el gnosticismo. También muchos de los libros que había en mi casa estaban dispuestos así, especialmente las novelas clásicas. En "Némesis", la disposición del texto es una parte central de la novela.
-¿Qué hay de esa exploración en lo sonoro que haces?
-Es la contracara de los clarines celestiales, un bramido grave y oscuro. Está en la sirena de niebla, pero también está en los habitantes, en una suerte de polución caótica que ennegrece las almas de los habitantes de la ciudad.
-"Némesis" es algo así como la justicia divina, ¿qué encarna?
-Hace referencia a la diosa mitológica que representa la justicia. En la novela Némesis es el resultado inevitable del caos en el universo. El castigo no es designio de un dios ni de un demonio, es una catástrofe que viene estrellándose contra el mundo porque eso es lo que hace y lo hace sin propósito, y el mundo es un eterno merecedor de justicia.
-Este libro sale sin editorial, ¿por qué?
-Es algo que he querido hacer desde que imprimí "Scout" y "El océano invisible" de manera independiente, pero esta vez con una novela. Me gusta la libertad absoluta que me permite sacar la novela sin sello, y "Némesis" me pareció el texto indicado para hacerlo y la pandemia me pareció el momento.
Mike Wilson escribió toda su novela en cuarentena y decidió publicarla sin editorial.
Por Amelia Carvallo
Tania Selaive