Nuestras ciudades
El deterioro de los espacios comunes es pasmoso: rayados, calles deficientes, plazas sin mobiliario, son la tónica, especialmente en los sectores más pobres. Tenemos que mejorar y corregir estos espacios, mejorando la belleza de los sitios comunes porque esta es la mejor manera de comenzar a desarrollar orgullo por vivir aquí.
Muy a nuestro pesar debiéramos insistir en el concepto urgente de mejorar nuestras ciudades, tan deterioradas, con tan poco sentido de la estética, que terminan dando la impresión de cierto abandono por la falta de cuidado y despreocupación.
Hace poco detallamos la ausencia de belleza en aquellas obras desarrolladas por las personas, las que no hacen justicia al marco escénico que ofrecen cada una de nuestras comunas: las del borde costero, como Antofagasta, Mejillones, Taltal y Tocopilla, o las del altiplano como Calama y San Pedro de Atacama. Todas estas se encuentran en espacios naturales caracterizados por la magnificencia del mar, la cordillera, el cielo, el desierto, entre otros. Sin embargo, la desprolijidad a la hora de desarrollarlas, es evidente.
Nuestras ciudades, en particular los centros neurálgicos, están en un evidente deterioro con rayados muy anteriores al estallido social con plazas que tienen poca calidad, con calles repletas de eventos, falta de árboles y mobiliario urbano. Tal realidad sólo amplifica la sensación de estar en espacios que no son de nadie, que generan una escasa identidad y amplifican el descompromiso de las personas con su territorio.
Debemos recordar que una de las principales demandas de los ciudadanos de la región está relacionado con la calidad de vida de los espacios que habitan, en donde objetivamente hay déficit evidentes una falta de cuidado y belleza que terminan reproduciendo una violencia simbólica que, de paso, nos sirve para explicar lo acontecido a partir del 18 de octubre particularmente la capital regional.
Resolver los problemas individuales que cada una de las 600.000 almas que habitan la región de Antofagasta será imposible, sin embargo sí podemos avanzar en la solución de los habitáculos comunes que todos compartimos.
Esa es la clave para corregir el tipo de vínculo que tenemos al interior y puede ser la viga maestra que nos permita dar un salto en la retención y atracción de talento.
Tenemos recursos para ello pero nos falta la decisión y los planes concretos para desarrollarlo. Ojalá que esta sea una tarea para las muchas autoridades que serán electas a partir de los próximos meses: mejorar la calidad de vida de nuestro hogar mayor.