Héroes y villanos
El Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) es la agencia del Estado de Chile, encargada de velar por la protección de los derechos de los consumidores, establecidos en la Ley N° 19.496. En mi ingenuidad siempre me imaginé y esperé del Sernac una gestión preventiva ante los abusos y engaños y que se anticipara a los reclamos de los clientes. Desgraciadamente no ha sido así y, al contrario, pareciera que este servicio es ciego, sordo y mudo ante las arbitrariedades de las grandes empresas de todo tipo y los reclamos de sus víctimas. En el diccionario aparecen como sinónimos de la palabra velar, dos acepciones que, al tenor de los hechos, pareciera reflejar mejor la gestión última del Sernac y esos sinónimos son: callar y esconder. Porque de acuerdo a experiencias propias y a múltiples comentarios verbales, escritos y televisivos, eso es lo que veo: un afán de callar y esconder lo que a diario vivimos. Ejemplos de los abusos cometidos a diario hay cientos o miles. Permítame, a modo de muestra, mencionar solo cuatro:
1.- Los pasajes aéreos: son casi imposible cambiar o devolver sin que esto tenga un costo imposible de efectuar, "porque las disposiciones de la compañía no lo permiten" ¿Por qué no pueden imitar a las líneas de buses que si lo hacen?
2.- Envases sobredimensionados: La mayoría de los envases de productos alimenticios (papas fritas, atún, etc.) son bastante mayores que lo que realmente contienen, representando una verdadera trampa visual. Esto mismo ocurre con la pasta dentífrica y varios productos de aseo o cosméticos. Aquí no basta con indicar el peso o volumen del contenido, por cuanto al común de la gente, se nos hace imposible cuantificar realmente esas cifras y nos dejamos engañar por lo llamativo y el volumen de los envases.
3.- Cobros "raros" de los bancos: estas instituciones que lucran con el dinero ajeno, que no arriesgan nada y, al contrario, abusan de su privilegiada posición y se dan el "lujo" de cobrar cosas que nadie entiende, por ejemplo "Comisión por Cuenta Corriente". Hoy, hasta la pandemia es un pretexto para obligarnos a seguir "amarrados" a ellos, al tener que usar forzosamente las tarjetas bancarias. Lo justo sería que los saldos mensuales positivos fueran premiados con algún interés positivo y que el cliente quedara exento de cualquier cobro por el uso de tarjetas u otros servicios del banco. Casi todo esto es válido también para las grandes tiendas, farmacias y supermercados.
4.- Reclamos en "call centers" y en los locales comerciales: aquí, con honrosas y escasas excepciones, esos reclamos son un "tiro al aire" porque nadie los atiende ni menos soluciona. Esto, para no hablar del trato descomedido y prepotente del cual hacen gala los administradore.
Los ejemplos mencionados me dejan la sensación de una indefensión absoluta ante el tremendo poder económico de los protagonistas de dichos ejemplos y me obligan a preguntarme: ¿por qué el Congreso no hace algo concreto, en materia legislativa, para terminar, de una buena vez, con los abusos, las colusiones y los atropellos a nuestra dignidad y los verdaderos insultos a nuestra inteligencia y capacidad de ver las cosas como son?
Resumiendo, los miles de reclamos no son escuchados y donde esperamos apoyo y solución, solo encontramos una fría y sostenida indiferencia de los involucrados.
En honor a la verdad, debo reconocer que, excepcionalmente, el Sernac entrega una respuesta satisfactoria, pero, como siempre, son la excepciones que confirman la regla.
Un muy buen amigo me dijo que era muy fácil criticar y que lo difícil era proponer soluciones y hacerse partícipe activo de ellas. En este caso, no tengo los medios para solucionar el tema, por lo que solo me queda rogar a Dios que ilumine al Congreso y las autoridades competentes, para que, por medio de leyes, decretos y reglamentos, le entreguen al Sernac un mayor poder de resolución.
Esto permitiría que dicho organismo cumpliera a cabalidad su razón de ser y resolviera, con prontitud y esmero, los distintos reclamos, sin necesidad de obligar a los reclamantes a involucrarse en largos, caros y engorrosos juicios que, al final, terminan en nada.
Sin duda los funcionarios de la salud han sido los grandes héroes de esta pandemia que está ad portas de cumplir un año. Pero además de ellos hay un grupo silencioso de pequeños héroes que han pasado casi inadvertidos: los niños, quienes bruscamente experimentaron el paso de políticas restrictivas de pantallas a ser parte de un mundo digital abrumador, a dejar de tener contacto presencial con sus amigos y a salir en todo momento con sus mascarillas, adaptándose de la mejor manera a estos complicados meses de crisis sanitaria.
En tanto, del otro lado de la vereda encontramos a jóvenes y adolescentes con una postura que se podría definir como indiferente y desafiante, dispuestos a arriesgarlo todo por unas horas de diversión, incluso exponiendo a sus padres a multas millonarias a cambio de saciar sus egoístas necesidades.
Algunos expertos explican que cuando solo se habla de números de contagios o muertes se pierde la dimensión de la enfermedad y se ve como algo lejano. En este contexto, pareciera que los jóvenes necesitan vivenciar un funeral en su familia para empatizar con los enfermos y con agotados funcionarios de la salud, dejando claro una vez más que son muchos los que viven en una burbuja.
En esta coctelera de acciones no podemos dejar de lado la responsabilidad de los padres, puesto que es la más importante de todas. Parece inverosímil que los mismos adultos faciliten sus casas para realizar fiestas masivas, también que sus hijos salgan en horario de toque de queda o en períodos de cuarentena, ausentándose como si estuviéramos en un escenario normal. No es posible que miremos hacia el lado sin importarnos el dolor ajeno y que esa indolencia esté costando la vida de tantos.
El llamado es a tomar conciencia de qué tipo de personas estamos formando y dejando a esta sociedad, pues ellos serán los que lleven las riendas de nuestro país en algunos años más. Esperemos que los pequeños héroes sean ejemplo para los villanos, pero para eso debemos hacer que reaccionen.