Hoy, 14
Hoy, 14 de febrero, Antofagasta se despierta con el corazón vibrando de ternura por su tierra. Cada palpitación es un cántico a sus piedras y a sus aguas, a sus minerales profundos y a su historia, donde el sudor y la sangre se alían en una estrecha ligazón de vida.
Antofagasta significa esfuerzo denodado y generosidad de lucha por entregar el nitrato fecundo a la miseria de los suelos envejecidos: por entregar a Chile aquellas ventajas que lo tornaron república señera, democracia viva, abierta a todos los rumbos de la amistad internacional.
A los antofagastinos de estos años corresponde proseguir la tradición, enriqueciéndola de avances: a estos hijos del caliche toca la honra de cimentar una ciudad que sea, verdaderamente, "La Perla del Norte", una perla auténtica, de resplandores que alumbren, con fuerza, el porvenir.
No sentimos odiosidades ni alentamos soberbias ante el pasado. Por el contrario, sentimos el 14, como una fecha henchida por la realidad de los chilenos que, en 1879, aquí trabajaban, empujando el progreso y sosteniendo el futuro de la Patria. El 85 porciento de la población, entonces, era chilena. Este detalle revelador señala cuánto sudor, primero, y, enseguida, cuánta sangre empaparon la soledad y la aspereza de este páramo fecundo.
Antofagasta fue Antofagasta, a partir de 1870. Y podría afirmarse que fue chileno desde la primera pisada de Juan López sobre su playa, en el desamparo de 1866. Juan López era copiapino. Nacido en 1825, al aventurarse por nuestro suelo solitario, era un hombre maduro: maduro por las experiencias y por los años. ¿Por qué aún no le damos su nombre a una vía o a una avenida importante? El valeroso cateador, fundador de este puerto, que, a juicio del periodista de 1906, Agustín Segundo Humeres, llegaría a convertirse en "el puerto comercial más importante del Pacifico", lo merece, sobradamente. Puesto que se ignora dónde cómo y cuándo murió, mantenerlo vivo en la terneza ciudadana es un deber de Patria y de gratitud de sus hijos antofagastinos.
El 14 de Febrero de 1988 nos reúne para conformar un solo y puro latido de hermandad: ¡qué este latido se prolongue en porvenir y Antofagasta aumente sus grandezas, día a día"