Chile: científicos demuestran cómo las ballenas son asediadas por cientos de barcos en la Patagonia
Por primera vez científicos lograron demostrar con una imagen los impactos que tiene el tránsito marítimo sobre las ballenas en la Patagonia Norte de Chile.
La visualización, que ha sido altamente difundida por redes sociales, muestra una semana en la vida de una ballena azul (Balaenoptera musculus), mientras intenta alimentarse en medio del asedio de cientos de embarcaciones que transitan por el Golfo de Ancud. Dicha imagen, sin embargo, es solo una parte de un hallazgo mayor.
Una ballena (punto azul) esquiva cientos de embarcaciones en la Patagonia Norte de Chile mientras intenta alimentarse. Animación: Dr. Luis Bedriñana-Romano, Centro Ballena Azul - Universidad Austral de Chile
Hace algunos años, la ciencia logró identificar que la Patagonia Norte de Chile (PNC) es la zona más importante de alimentación y de cría para la ballena azul del Pacífico Sur Oriental durante el verano austral. Y el estudio publicado en la revista Scientific Report ha logrado precisar, dentro de este gran espacio, las cuatro áreas que utilizan preferentemente las ballenas para alimentarse.
Para ello, los científicos instalaron un sistema de rastreo satelital en 14 ballenas para observar sus movimientos y, paralelamente, construyeron un mapa con los trayectos de las embarcaciones a partir de su información satelital.
Lo que encontraron al superponer la información, tanto de los movimientos de los animales como de los barcos, es que esos espacios que las ballenas ocupan para alimentarse tienen un intenso tráfico marítimo lo que podría poner en riesgo la recuperación de estas ballenas azules, una población que es única en el mundo, que solo está compuesta por unos cientos de individuos y que está En Peligro de extinción.
La Patagonia norte chilena se caracteriza por una quebrada geografía repleta de recovecos, archipiélagos, canales y fiordos. Allí, el mar es particularmente rico en nutrientes debido a la mezcla de aguas subantárticas, con abundantes entradas de agua dulce provenientes de las descargas de los ríos, las fuertes lluvias y el deshielo de los glaciares.
La riqueza del mar patagónico es tal que, de hecho, "se han descrito varias microcuencas, algunas de las cuales tienen una producción primaria -es decir, de fitoplancton, las diminutas algas que son la base de toda la cadena trófica en el océano- particularmente alta", dice el estudio. Por ello, este lugar es la zona de alimentación más importante de la ballena azul del Pacífico Sur Oriental, una población que la científica Susannah Buchan descubrió que tiene un canto único, distinto a todas las demás poblaciones de ballenas azules del mundo y por eso, también recibe el sobrenombre de ballena chilena.
Sin embargo, este importante ecosistema alberga también la segunda industria acuícola de salmón más grande del mundo después de Noruega. De hecho, según datos del 2020 de la Subsecretaría de Pesca, son 1357 las concesiones que existen en el país y que están distribuidas en las tres regiones más australes.
En 2004, los científicos del Centro Ballena Azul comenzaron a instalar en algunas ballenas sistemas de rastreo satelital para poder saber por dónde se desplazan. El objetivo era proponer espacios de protección para asegurar que la población se recupere de la caza que durante los siglos XIX y XX la llevó al borde de la extinción.
Ese 2004, los científicos lograron marcar cuatro ballenas en aguas del Golfo de Corcovado. Sin embargo, después de esa primera experiencia pasaron nueve años para que los investigadores lograran reunir los fondos necesarios para seguir instalando transmisores satelitales, ya que "cada uno cuesta 4000 dólares", precisa el biólogo marino Rodrigo Hucke, presidente del Centro Ballena Azul y coautor del estudio. En 2013 lograron marcar, en el mar interior de la isla de Chiloé, otras dos ballenas. En 2015 sumaron tres ballenas más, en 2016 añadieron dos y en 2019 cuatro.
Aunque es probable que todas las ballenas marcadas pertenezcan a la población del Pacífico Sur Oriental, debido a que es la más abundante en la zona, los científicos no descartan que entre ellas se encuentre alguna ballena azul Antártica (Balaenoptera musculus Intermedia), pues también se han registrado en el área algunas vocalizaciones de esa población. Según explican los científicos, esta posibilidad se mantiene, considerando que a simple vista las ballenas no tienen diferencias entre una población y otra, y solo se pueden diferenciar realizando exámenes genéticos.
Desde el 2013 a la fecha, y gracias a esa técnica de implantación de transmisores satelitales, "hemos descubierto cosas maravillosas como el vínculo entre Patagonia y Galápagos", cuenta Hucke. En efecto, mientras dura la primavera y el verano austral, las ballenas azules del Pacífico Sur Oriental se alimentan en la Patagonia, pero cuando llega el invierno, la gran mayoría migra y lo que los investigadores han podido observar es que mientras algunas van hacia el oeste, hacia aguas abiertas del Pacífico, otras van hasta Galápagos. ¿Qué hacen allí? Aún es un misterio, pero se cree que se reproducen.
Según Luis Bedriñana, autor principal de la investigación, a la información satelital que arrojaban los transmisores instalados en los animales, sumaron los datos reunidos en las expediciones donde la técnica es observar el mar, "contar las ballenas y ver dónde hay más y dónde menos", dice.
El 83% del total de embarcaciones pertenece a la industria acuícola, principalmente salmonera. El tráfico marítimo en la zona es tan intenso que los científicos lo definieron como una "red neuronal de conexiones" entre centros de cultivo de salmón. Los impactos son diversos y van desde colisiones que pueden resultar en la muerte del animal, perturbaciones que impiden a las ballenas alimentarse correctamente y contaminación acústica con consecuencias sobre su salud.
Una década de trabajo