Solidaridad entre pueblos
La donación de vacunas a Ecuador y Paraguay es un gesto que nos enaltece como nación y que merece aislarse de cualquier asomo de crítica mezquina. La pandemia es un problema de todos, y sin solidaridad entre naciones, nadie estará en paz. Por eso el gesto del Estado chileno no es sólo de gran nobleza, además es una señal de cuál es el camino para salir.
La semana pasada se conoció que el gobierno chileno donó 20 mil dosis de la vacuna Sinovac a Ecuador y una similar cantidad a Paraguay, en ambos casos, para acelerar la inoculación de su personal de salud, que -como sabemos- es clave en el contexto de pandemia que seguimos viviendo.
El gesto chileno en un principio levantó críticas de aquellos que están siempre al acecho para enjuiciar y enlodar, incluso los más nobles gestos, pero lentamente estas voces minoritarias fueron quedando acalladas por las de una mayoría que vio en esta acción lo que realmente existe: el deseo de ayudar a otros pueblos que están sufriendo con el azote de este virus rebelde y maldito.
La solidaridad es un concepto que conocemos bien los chilenos y al que siempre estamos recurriendo debido a nuestra naturaleza e historia.
Terremotos, incendios, tsunamis, golpes militares, persecuciones han sido espacios donde ella ha aflorado, entre chilenos, pero también de extranjeros hacia nosotros.
Por eso practicarla ahora, que posiblemente es cuando más cuesta, nos enaltece como nación.
No es la primera vez que lo hacemos. Durante esta misma crisis del coronavirus, el país ha dado muestras de un ánimo colaborativo que otras naciones en el mundo no siempre han tenido.
Hace unas semanas Cancillería colaboró en las coordinaciones para que 960 toneladas de oxígeno medicinal (en envíos de 40 toneladas cada semana) partan desde Antofagasta a los hospitales de Perú para la atención de pacientes en ese país. Y antes de eso, Chile colaboró con transporte en la llegada de las primeras vacunas a Uruguay, que hasta ese momento era el único país de la región que no contaba con ellas.
Nos parece que en estos gestos hay un gran valor que merece destacarse y aislarse de cualquier asomo de crítica mezquina.
En momentos de gran pesar, posiblemente los peores en un siglo, nuestro país no renuncia a la posibilidad de ser solidarios y tender una mano.
La pandemia es un problema de todos, y sin solidaridad entre naciones, nadie estará en paz. Hay ahí un mensaje profundo que ojalá llegue a todos.