Adiós, Pedro Morales Vera
Con la partida irreparable del profesor, músico y gran amigo Pedro Morales , otra mandolina queda silente. Sus trinos suenan ausentes y aquella segunda voz -potente y afinada- ya no acompañará los estribillos de tanto canto entonado por todo este Norte Grande y otros confines del territorio. Cayó el telón para todo un personaje del folclor salitrero.
Y no podía ser de otra manera. Pedro era nacido en Chacabuco y criado en Pedro de Valdivia. Creció, se educó hasta llegar a ser Profesor Normalista. Hizo una larga carrera docente, sin abandonar ese cariño por la música que lo distinguió y que se prendió hasta dominar la mandolina, con la que aportó para crear la Tuna Universitaria. Su inquietud lo llevó a integrar el Coro Magisterio, encaramándose en las tarimas de cuanto escenario hubo y cuanto encuentro demandó la presencia las voces del magisterio local.
Pero aún hubo más. El recuerdo de los ritmos pampinos lo llevó a dar forma a la Estudiantina Magisterio, que cultivó valses, canciones y "foxtrots". El éxito se avizoraba y no tardó en aparecer, cuando rasguñaron una gaviota en el escenario viñamarino, allá en el año 1990. El tema "Nostalgias Salitreras" tuvo en los trinos de las mandolinas de Pedro Morales y Mario Odgers, los bellos compases que hasta hoy emocionan a los pampinos de cepa… Pedro y Mario hoy integran un dúo de cuerdas en el escenario de la eternidad… Dolorosa coincidencia.
El "Tata", como le apodábamos en una mezcla de respeto y cariño, integró también la Estudiantina "Chañar", aportando su experiencia y su permanente humor. Pedro irradiaba buenas vibras. Y era generoso y solidario en compartir sus memorias y saberes, para mejorar los arreglos musicales. "Se las sabía todas" y con ello, se disipaban las dudas, se afinaban las voces o se acomodaban los estribillos. Hoy, su mandolina llora la ausencia- Hoy, los acordes simularán un arpegio para ocultar un sollozo…
Pedro ya no estará. La parca sentenció su partida y nos quedamos con un amigo menos. Vamos quedando pocos. Pero, atesoramos los gratos momentos que compartimos. Ralean las filas, los mayores emprendemos el viaje sin retorno… Unos primero, los que marcan el camino que, inexorablemente, otros seguiremos… Es la ley de la vida.