"Odio a la Democracia"
Tal como la obra teatral del Siglo de Oro español Fuenteovejuna del dramaturgo Lope de Vega, lamentablemente una parte importante de la ciudadanía chilena ha querido hacer justicia por sus propias manos desde el estallido social. Sectores sociales marginales o grupos discriminados de la sociedad están totalmente enardecidos con el Estado y sus instituciones. La calma a su ira está lejos de llegar en ciudades como la nuestra (si no es la única del país) o en la macro zona sur de Chile. Como ejemplo, podemos citar la quema de la Catedral luego de la marcha del 8M en Antofagasta o la semana más violenta en la Araucanía casi a fines de febrero (La Tercera, 22/02/2021).
La ira como pecado capital podría ir sumando casos cuando se refiere al abuso sistémico (y sistemático) de poder por parte de las policías y los delincuentes, quienes no dan tregua a víctimas inocentes como niños/as y mujeres. ¿Qué curioso, no?, que "gatos y ratones" con tenencia lícita e ilícita de armas sean las principales amenazas de una democracia sana. Ya decía en otra columna (El Mercurio de Antofagasta, 28/02/2021) que la profunda crisis de Carabineros está siendo definida como un problema de Seguridad Nacional (El Mostrador, 08/10/2020). La delincuencia se ha incrementado significativamente en el país, y la 'puerta giratoria' de la que hablaba el Presidente Sebastián Piñera en su campaña electoral se ha convertido en una Vía Apia. Lo más preocupante en este último caso es que el crimen organizado presenta un fuerte componente patriarcal, dado que la mayoría de las víctimas en encerronas, por ejemplo, son mujeres. Por ende, estaríamos hablando de una 'delincuencia de género', algo que está lejos de ser identificado por el Estado chileno.
A través de su libro El odio a la democracia (2012), Jacques Rancière señala que una verdadera democracia es la antítesis de un modelo oligárquico que gobierna en nombre del pueblo, o una forma societal regida por el poder del mercado. Por lo tanto, cabría preguntarse si, como lo hace Martha Nussbaum (2014), una nación justa y democrática ¿no debería comprender las raíces de las malas conductas humanas de sus ciudadanos/as? Eso sería el principio para avanzar en una furia rabiosa que no da tregua a una real paz ciudadana. Como el héroe incómodo de Washington, el general Douglas MacArthur, yo creo que la educación debe ser nuestra mejor arma para combatir la inequidad social y la ignorancia, que siempre es una estrategia fácil y peligrosa. En sus cinco años en Tokio, MacArthur, el vencedor de Japón en la Segunda Guerra Mundial, instauró las elecciones libres, contribuyó a la emancipación de las mujeres y liberalizó la educación (La Vanguardia, 26/01/2020), transformando un país en una superpotencia desde las cenizas (inclusive morales) de la derrota bélica.
El informe anual (2021) del instituto sueco V-Dem de la Universidad de Gotemburgo es enfático en señalar que la democracia global ha retrocedido tres décadas, gracias a la aceleración de prácticas gubernamentales autocráticas en período de pandemia. Esto también lo veía señalando en otras columnas como parte de la evidencia empírica más reciente en países como Brasil, Polonia, Hungría, República Checa y Turquía. Si bien, el caso de Chile no es tan grave, pero se observa un movimiento también descendente de un nivel a otro. En el índice de democracia liberal, nos encontramos en el lugar 25º, en la democracia electoral y en el componente deliberativo ocupamos los puestos 34º y 31º respectivamente. Sin embargo, en el índice de equidad caemos a la posición 81º. En el sitial que hemos mejorado sustancialmente en los últimos 10 años y a un nivel estadísticamente significativo, es en la participación (31º). Esto último también fue destacado por la revista The Economist (21/01/2020), donde Chile subió dos puntos respecto al año anterior (21º) en 'democracia plena', producto del aumento de la participación política tras el 18/O.
En Fuenteovejuna, el odio a la democracia está representando en una figura política-pública, el Comendador, y la obra constituye la lucha y la unión del pueblo contra la opresión y el abuso de este poder autocrático. En nuestro caso, la ira a la democracia incompleta que experimentamos está enfocada hacia un Estado negligente que no cuida a sus ciudadanos/as. A diferencia de lo que se observa en el texto de Lope de Vega, una democracia (casi perfecta) requiere profundos cambios y justicia social.