"El cáncer no es sinónimo de muerte"
ANTOFAGASTINIDAD. Ricardo Baeza Letelier, médico oncólogo radioterapeuta.
El médico oncólogo radioterapeuta, Ricardo Baeza Letelier, nació en Concepción pero la mayor parte de su carrera la ha desarrollado en Antofagasta.
Este profesional, casado y con cuatro hijos, llegó a la región en 2005 para integrarse al equipo del Servicio de Oncología hospital y desde ahí contribuir al tratamiento de una enfermedad que, hasta antes de la pandemia, era primera causa de muerte en la zona.
Hoy, con toda la experiencia acumulada, Baeza reflexiona. "El cáncer debemos empezar a verlo como la consecuencia de una vida que debemos sanar desde lo más profundo… somos no sólo cuerpo sino también mente y alma".
¿Dónde creciste y qué recuerdos guardas de tu infancia?
- Soy originario de Talcahuano, hoy comuna de Hualpén, en la Octava Región. Mi familia era de clase media, siendo yo el menor de cinco hermanos (4 mujeres). Mi infancia transcurrió con una rica vida de barrio, de vecindario, de juegos infantiles, de vida sana y fraterna con mis vecinos.
¿Cómo te definirías como persona, cuáles son sus virtudes y defectos?
- Desde niño debí mostrar mi valer con esfuerzo y perseverancia, estudié en un colegio particular muy reconocido (Colegio de los Sagrados Corazones), gozando de beca, por lo que debía "estar a la altura". Lo mismo ocurrió en mis estudios universitarios posteriormente, en la Universidad de Concepción. Eso marcó temprano en mí una impronta de esfuerzo y perseverancia. Una personalidad fuerte y comprometida, muy responsable y con mucha vehemencia para intentar conseguir los resultados por muy difíciles que fuesen.
Mi defecto principal deriva de lo mismo, el tener que trabajar permanentemente las "consecuencias" de un carácter fuerte, preocuparme de las habilidades blandas y trabajar la frustración cuando los objetivos no se logran.
¿Por qué decides estudiar medicina y especializarte en oncología y radioterapia?
- Recuerdo que desde niño quise ser médico, pero siempre con una profunda inspiración social, de lograr generar cambios para los más necesitados, los más postergados.
Durante mis estudios y en mis inicios profesionales, como médico general de zona en un hospital cercano a Concepción (Hospital de Penco-Lirquén), mi interés estaba más enfocado a la obstetricia. Me sentía muy cómodo en el ambiente de traer vidas al mundo, ver padres y familiares felices.
Pero el destino me llevaría al otro lado de este misterioso camino de la vida. El fallecimiento de mi sobrino mayor en esos años marcaría mi nuevo derrotero. Casi por casualidad en ese mismo tiempo me llama el director de Servicio de Salud de Talcahuano y me ofrece enviarme a formar como oncólogo radioterapeuta, sinceramente era para mí un área muy desconocida, pero sentía que era la ruta que la vida me estaba trazando y que debía acoger.
Para muchos el cáncer es sinónimo de muerte. ¿Qué significa para ti?
- Para mí, el cáncer no es sinónimo de muerte, es sinónimo de esperanza y de darle un nuevo sentido o resignificar la vida misma. Más allá de una medida de tiempo de vida, significa más bien preocuparnos de cómo llevo esa vida y cómo transformo el dolor en esperanza. El cáncer debemos empezar a verlo como la consecuencia de una vida que debemos sanar desde lo más profundo… somos no sólo cuerpo sino también mente y alma.
¿Qué te motivo venir a ejercer en Antofagasta?
- Llevaba 4 años ya como especialista en Concepción pero sentía en mi interior que "no había hecho nada relevante aún por la gente con cáncer". En ese momento se me abren las puertas acá en Antofagasta ya que se iniciaba por parte del Ministerio de Salud un proyecto muy ambicioso de potenciar cinco cabezas de regiones a nivel país, y una de ellas era Antofagasta. Había un proyecto de desarrollar lo que era el Servicio de Oncología del antiguo hospital regional y crear un centro oncológico moderno para el sector público. Fueron 15 años de mucho trabajo, liderando equipos humanos y profesionales muy comprometidos, que finalmente hicieron posible el que hoy tengamos el Centro Oncológico del Norte del cual estamos todos muy orgullosos. Acá el paciente no solo se trata el cáncer, sino que recibe un trato humano y digno, con altos estándares de calidad.
¿Qué es lo que más te gusta de vivir en Antofagasta?
- Su clima y su vista privilegiada al mar. Esta ciudad aún conserva un sabor provinciano que se extraña en las grandes ciudades de la zona central.
¿Cuáles son tus próximas metas en la vida, dónde aspira a llegar?
- No tengo ambiciones personales, pero sí desearía en algún momento continuar la gestión sanitaria oncológica de alto nivel, mi sueño muy profundo es que el norte del país pueda en un corto tiempo consolidar su red oncológica para que cualquier paciente pueda tratarse con altos estándares de eficiencia, de calidad, de dignidad, sin hipotecar su patrimonio económico y cerca de su entorno familiar. Que nunca más exista la necesidad de buscar una solución al cáncer en otro lugar. También enfocarnos en articular todos los esfuerzos sanitarios para detectar el cáncer a tiempo, para que el cáncer deje de ser significado de muerte y signifique esperanza.