Picasso
Picasso tiene un destino de inaugurador de soles. Picasso es el pintor en quien la pintura confía plena. ¡Es el pintor que no ensucia su pan con el color banal y que no transige y no transigir es la única ley del Creador.
Picasso es sin duda el ejemplo contemporáneo más firme de la vida puesta en absoluto en servicio de una vocación inestable. En su corazón manda el color. En su corazón no queda otro espacio que él que deja una mariposa que emigra de allí al cuadro, pero no como mariposa, sino como caos de color, como desorden y ensueño. Picasso rehusa encargos, asegurando que no puede hacer lo que le exigen. Es decir, Picasso obedece únicamente al llamado de su casta de vagabundo del ser y del color, y no aceptará nunca la corona de los reyes de opereta. Ama su cabeza coronada por viento y sol en su pobreza de auras, y en su fortuna de libertad y de nuevos cielos.
Picasso no quiere morir , porque entiende que la vida es una ofertaen vivísima fecundidad. ¡Hay que agotarla! Sincero hasta la amargura, pinta con los ojos fijos en su alma. Picasso es el pintor desprovisto de todo programa y que solamente pretende traducir, en sonámbula entrega, los deseos de su otro ser, el que yace debajo de la piel y es nuestra más auténtica escultura.
Sus caballos se retuercen , como fantasmas de madera, llorando con el ojo blanco de los ajusticiados a morir de olvido; sus caras ostentan los labios de los decepcionados del mundo, que comienzan a gozar en su "otra vida", la del arte; las figuras se concentran en un volumen de piedra; y en las composiciones, la imaginación nutre y vuela, estalla y resulta un soplo de quimera y de infancia.
Picasso ha confesado que no busca sino que encuentra. Es la suerte de los valientes que deciden romper las fronteras y parten con el pie seguro y la mirada limpia. No se proponen ni la casa del amor ni la fragancia del laurel inmortal. Andan. Cantan. Y -de repente- el camino es un brazo de mujer y el oro les cae desde un árbol.
Cuando el crespúculo vacila, Picasso le susurra una orden. Cuando el cielo se pone flojo, Pablo saca su paleta y lo exalta.
Ya es hora de divulgar que si la paloma ha logrado conquistarnos es porque Picasso la retocó. Y si el mar está joven se debe al maquillaje portentoso que le hizo este artista.
Andrés Sabella, de ANALES 11