Cuidado con la seudociencia
Durante la pandemia han proliferado tratamientos que lejos de ayudar, han puesto en peligro a la población. Médicos y autoridades sanitarias son a quienes debemos escuchar, no a charlatanes de redes. Mientras la ciencia busca respuestas verdaderas, algunos seudocientíficos divulgan peligrosos métodos sin ningún tipo de corroboración, sino solo basado en la especulación.
Hay quienes aseguran -todavía- que las vacunas causan autismo, otros que dicen que es un método de control gubernamental para implantar un microchip 5G y otros que dicen que las curas de todos los males están en remedios caseros que las farmacéuticas nos niegan. Generalmente basan sus afirmaciones en argumentos disfrazados de ciencia: niños recibieron la vacuna y a las semanas dejaron de hablar. Al analizar la afirmación y cruzarla con los datos reales, cualquiera se daría cuenta que tal aseveración es falsa. Somos millones de seres humanos los que hemos sido vacunados sin sufrir efectos colaterales.
Pero tratar de convencer a un antivacuna, a un terraplanista o a un homeópata, es muy difícil. Es que al revés de los científicos, quienes buscan corroborar o descartar una hipótesis a través de un método y por lo mismo ponen a prueba sus descubrimientos entre sus pares, el seudocientífico solo busca los argumentos que podrían ayudar a cimentar su hipótesis y desechan los que lo contradicen. Le gusta sentirse el dueño de una verdad que el resto no ha comprendido. Ver caer su fe es algo que no puede permitir.
La ciencia, por su parte, tiende a ser más lenta y autocrítica. Necesita estar segura de sus afirmaciones, por lo que se pone a prueba. Observa, experimenta, mide. Si los resultados se repiten, puede llamarse por fin ciencia. Gracias a ella hoy estamos en pleno proceso de vacunación y gracias a la honestidad de la ciencia los mismos creadores de las actuales vacunas contra el coronavirus nos advierten que estas no evitan los contagios en un 100%.
Pero al mismo tiempo, algunos seudocientíficos divulgan peligrosos métodos sin ningún tipo de corroboración, sino solo basado en la especulación: por ejemplo al principio se promocionó la ingestión de dióxido de cloro para prevenir el covid-19, lo cual puede causar serios daño a la salud. Y hoy nos enteramos que en Calama hubo veterinarios que vacunaron a personas con vacunas para perros.
La lección es que si el método que se promociona se hace sin respaldo de autoridades sanitarias, es muy probable que se trate de una farsa.