Adolescencia política
Dra. Francis Espinoza F. académica UCN
Con el slogan "una invitación para re-enamorarnos de la democracia" se promocionó la ley Nº 20.568 de inscripción automática y voto voluntario, que comenzó a regir durante el primer gobierno del Presidente Sebastián Piñera; ya atrás quedaba el sistema de sufragio obligatorio que estuvo vigente hasta el 31 de enero de 2012. Sin embargo, de acuerdo a los altos índices de abstención en las elecciones recién pasadas (56,55%), parece que NO nos enamoramos de la libertad electoral ni tampoco ya nos entusiasma el modelo de democracia representativa. Debido a esto, emergió fuertemente en la agenda pública la idea de retomar el sufragio obligatorio, que será usado para el plebiscito de salida del proceso constituyente. Por esta razón, esta semana con 107 votos a favor, 16 en contra y 23 abstenciones, la moción del voto obligatorio fue aprobada por la cámara baja para luego ser discutida en particular en la Comisión de Gobierno. Aquí, vale preguntarse por qué a la gobernanza política ya no le conviene la tiranía de las minorías (Alan Minc, 1995; Alain Finkielkraut, 1996).
La obligatoriedad sufragística pareciera ser el ingrediente básico de lo que David Caldevilla Domínguez llama 'democracias todavía no asentadas' (2015), o lo que yo enuncio como estadios inmaduros de regímenes democráticos o simplemente sistemas políticos adolescentes, pensando que la adolescencia es aquella etapa en que nos transforma de niños/as a adultos/as. En los 90s, la Teoría Política Económica Internacional describía a las 'democracias púberes' como 'nuevos ricos', dado que se presentaban como naciones-estado económicamente desarrolladas, pero políticamente frágiles.
Nuestra adolescencia política podría estar determinada por el paso de los enclaves autoritarios a los de transición, que han provocado una fragilidad e inmadurez institucional, la bipolarización del sistema político excluyendo cualquier acercamiento al centro-centro, y la escasa educación cívica que muchos sectores de la sociedad presentan en sus currículos de estudio y organizaciones de base. En definitiva, nuestra pubertad política no ha permitido el desarrollo de una verdadera cultura política ciudadana.
Si bien las democracias no sólo son un 'electo-partidismo' (Natalia Soledad-D'elia, 2011), pero la escasa voluntad de asistir a las urnas ha implicado una devaluación progresiva de la legitimidad de las instituciones y los partidos políticos.
Hay mucho mito al respecto, pues la academia escéptica cree que la intención del sufragio permite la reafirmación de los procesos políticos de cara sólo a las elecciones y electores/as, pero no se profundiza en otros procesos democráticos. Por ende, un voto más o menos sí entrega legalidad y legitimidad, pero sólo a la democratización de una elección. La 'res publica' (o cosa pública) es la participación electoral, pero también la accountability política y el correcto funcionamientos de los aparatos e instituciones del Estado.
Haciendo un análisis de política comparativa, sólo el 10% de los países tienen voto obligatorio, y de acuerdo al estudio de Caldevilla Domínguez (2015), incluso en naciones-estado que presentan obligatoriedad electoral, hay una tendencia a la baja participación en las urnas.
Sin embargo, en estados adolescentes, la libre voluntad muestra altos niveles de abstención como en Colombia en su segunda vuelta presidencia de 2010 (44,33%), y Chile en la segunda vuelta presidencial de 2013 (41,98%). Un ejemplo también estridente es la caída precipitada del voto en las elecciones municipales (32%). A esto se debe sumar también la presencia del voto voluntario en países desarrollados donde el Estado se preocupa de incentivar a la ciudadanía para que concurra a votar, versus la obligatoriedad en naciones subdesarrolladas donde primaría una 'desobediencia civil' (David Henry Thoreau, 1849).
La causa de la diferencia en las voluntades sufragísticas entre comunas con menos (La Pintana, 13,69) o más recursos económicos (Vitacura, 41,3) no necesariamente es el 'capital cultural' (Bordieu, 1973), sino también el descrédito de la política, clases y partidos políticos, y el escaso interés por 'democracias delegativas', pues la gente desea más participación en la toma de decisiones de manera directa.
Particularmente, insistiría en que la presencia de un 'mal catálogo político', la escasez de propuestas realistas ajustadas a la limitaciones de representatividad de los cargos, y la fatiga de diálogo del mundo político hacen atractivo quedarse en la casa en vez de cumplir con la labor republicana.
El problema con los 'Estados Tóxicos' es que utilizan mecanismos de control para hacer de un derecho inalienable (voto) una obligación sancionable. De esta manera, se infantiliza a la ciudadanía, se le vigila y castiga (Foucault, 1975), pero no se la educa cívicamente. Estamos ad portas de la segunda vuelta de la elección de gobernadores, por lo que se hace imperioso ir a las urnas porque, en nuestro caso, no dará lo mismo un Díaz (Ricardo) que otro Díaz (Marco Antonio).