"Hablar de nueva Constitución es también hablar de un nuevo modelo de sociedad"
CONVENCIÓN. El académico repasa las turbulencias de la instalación de la asamblea y el rol de las universidades en el proceso.
Apenas se supo de los problemas que tuvo la Convención Constitucional en su primer día de sesiones (en lo técnico y sanitario había muy poco dispuesto), las entidades miembros del Consorcio de Universidades del Estado de Chile se acercaron a los 155 convencionales para ofrecer apoyo frente a los imprevistos. Ennio Vivaldi, el rector de la Universidad de Chile, llevó la voz cantante e incluso el segundo día recibió a la mesa encabezada por la presidenta Elisa Loncon para mostrarle la infraestructura de la Casa Central de la "U".
-Rector, usted tomó cierto protagonismo en esas horas iniciales. ¿Cómo vivió el inicio de la Convención Constitucional?
-Yo veo que es un momento que requiere mucha responsabilidad y que marca. Vivimos un momento en que fácilmente entran a predominar instancias emocionales. Creo que la gente se siente de alguna manera con una voluntad de expresar lo que le nazca espontáneamente con fuerza, con rabia muchas veces, y este es un momento para ser muy responsable con lo que está en juego, porque una situación como esta exige una gran reflexión.
-¿De qué estamos hablando cuando decimos nueva Constitución?
-Cuando uno habla de una nueva Constitución está también hablando de un nuevo modelo de sociedad, porque el actual, evidentemente, está vinculado a la Constitución que se instauró en Chile con la dictadura militar. Hay que tener presente que el grupo de intelectuales y académicos que instauró el sistema que vivimos era un grupo, yo diría que ideológicamente muy, muy extremista, presentando el modelo como algo que estaba en sintonía con lo que estaba pasando en el mundo; pero la verdad es que no, porque el grado extremo con el que se aplica en Chile no se aplicó en ninguna parte. Creo que algunas características del modelo están también en la base de las dificultades que hemos vivido. Si hablamos de irracionalidad y de rabia, este modelo tiene como una característica sobreenfatizar y sobrevalorar el individualismo. El mejor resumen de este modelo es que es una apología del egoísmo. Hay un individualismo muy fuerte que ha dificultado precisamente el generar espacios de conversación tranquila. Por eso es emocionante cuando se hicieron las concentraciones masivas de millones de personas, me refiero a las pacíficas. Yo creo que, literalmente, de una manera emocionante, la gente salía a encontrarse, a sentir que pertenecían a una ciudadanía común, que tenían cosas en común. Creo que este es un momento en el cual se va a demostrar el sentido colectivo, que el tipo de convivencia que encontremos a través de la nueva Constitución no puede estar en un extremo ni renegar de la sociedad, que es lo que se ha hecho, que todo es responsabilidad de los individuos.
-¿Esto genera frustración a la ciudadanía?
-Sin duda. Hay una población frustrada por expectativas que no se cumplieron y hay otra cosa: que no hay algo como los derechos individuales si no están dadas las condiciones para que esos derechos se ejerzan. O sea, declarar el derecho a la educación y no darme a mí una educación pública de calidad es lo mismo que decir que no hay derecho a la educación. O, digámoslo completo mejor: hay derechos a la educación sólo para quienes puedan pagarla. Por otro lado, también el nuevo modelo de sociedad tiene que respetar un grado de autonomía y responsabilidad de las personas. Hoy la gran responsabilidad es demostrar que somos capaces de generar un nuevo modelo de sociedad que se vea reflejada en esta Constitución, o que la Constitución lo haga posible saliéndonos del extremo en el cual hemos estado viviendo por mucho tiempo y conservando un equilibro entre las libertades individuales y la responsabilidad que el Estado tiene para con las personas.
-El día de la instalación hubo muchos símbolos: la Convención presidida por una mujer mapuche; un discurso bilingüe; convencionales alejados de la política tradicional y los grupos de poder; una servidora pública como Carmen Gloria Valladares dándole sentido republicano a la ceremonia. ¿Son importantes los símbolos para la construcción de este nuevo pacto social?
-Sin duda. Para mí hay tres temas ahí. Uno, se da la casualidad de que como universidades estatales habíamos tenido nuestra reunión mensual el miércoles anterior a ese domingo y esa jornada discutimos mucho sobre lo importante que era ponernos al servicio, como parte de Estado, de algo tan, tan, trascendente como es esta asamblea constituyente. Decidimos que íbamos a mandar una carta indicándoles que estaba a su disposición toda nuestra logística, pero también nuestros repositorios, nuestra historia y trayectoria académica. Y justo la mandamos cuando fue elegida la mesa, de tal modo que cuando se presentaron con esta insuficiencia, tenían la carta y nos contactamos de inmediato.
El martes llegaron a la Casa Central y me formé una muy buena opinión de ambos, de la presidenta Elisa Loncon y del vicepresidente Jaime Bassa. Me parecieron ambos muy inteligentes, prudentes y muy responsables. También debo decir que ese día martes me llamó por la tarde el ministro (Juan José) Ossa (de secretaría general de la Presidencia), y no me cabe duda que él jamás hubiera querido que ocurriera lo que ocurrió. Estaba muy compungido, muy atribulado con lo ocurrido.
Lo segundo: uno de los grandes temas a ser debatido es cuáles son las responsabilidades que debe asumir el Estado y cómo se reconstruye un sentido de lo público. Eso tiene que ver desde lo simbólico que significa que haya una instancia que nos haga sentido como representativa e ideario del bien común. Lo público es la quintaesencia del bien común, no pertenece a nadie, no está vinculado al lucro ni a la defensa de los intereses de nadie, sino que es algo en lo cual tenemos que asumir una visión colectiva de pertenencia, algo que es la sociedad, el bien común o como queramos llamarlo. Es la esencia de la educación pública, de la salud pública: tienen que ser de muy buena calidad para que sea verdad el derecho que tiene cada individuo de desarrollar sus talentos.
El tercer componente es que probablemente Chile ha vivido mucho tiempo con una autoimagen muy tergiversada por no haber incorporado el legado que significan los pueblos originarios culturalmente. Eso va a cambiar la forma en que el país va a reconocerse a sí mismo entendiendo que hay distintas vertientes, una de las cuales es la de los pueblos originarios.
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Las universidades estatales presentaron un documento con su mirada de la educación pública. ¿Cuáles son los puntos centrales?
-Creo que la educación pública es una forma de hacer país, porque la forma de sentirse ciudadano, chileno, es totalmente distinta si uno ha tenido la oportunidad de compartir, convivir con gente de las más distintas ideologías políticas, religiosas. En ese contexto, la educación pública permite hacer ciudadanos. El principal rol de la universidad pública es hacer ciudadanos. El Estado debe garantizar ese derecho. De las muchas cosas que se olvidan y que se olvidaron cuando se instaló este modelo es el rol que el Estado tiene en áreas como la Educación: la función de proveedor y de regulador. Ahora, esa confusión llega a grados ridículos. Hubo un momento que se dio una cosa que en cualquier lugar del mundo la ven como un chiste: que se haya dicho que iba a haber gratuidad, pero que en algunas universidades estatales iban a quedare sin ella. Y ya el chiste se hace completo cuando decían que esto iba a pasar porque eran malas. ¿Cómo el Estado, que es el responsable de esas universidades, les va a quitar la gratuidad y más encima por malas? Yo les dije en el Congreso que si un hospital está funcionando mal no puede ser que la solución sea empezar a cobrar a los pacientes para ir a un hospital malo. Es de locos.
Ahora, es fundamental entender que las universidades públicas tienen funciones propias por ser parte del Estado. Sobre todo en regiones, tienen que ser parte de una conversación e interacción permanente con los organismos estatales. Cosas obvias como que uno no le puede pedir a una universidad privada que levante una carrera que por tener pocos postulantes no puede financiarla, como algunas pedagogías. Con toda razón una universidad privada dice que no tiene por qué perder plata, pero el Estado está obligado a decir que debe formar profesores en este ramo, aunque tenga que poner plata. Es algo obvio, ni siquiera debiera discutirse.
"Ese día martes me llamó por la tarde el ministro Ossa. No me cabe duda que él jamás hubiera querido que ocurriera lo que ocurrió. Estaba muy compungido, muy atribulado".