Mitología política
Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
Las elecciones primarias del pasado fin de semana nos depararon grandes sorpresas y (des) configuraron el mapa político del país de cara a la carrera presidencial. Si bien todavía seguimos con un déficit democrático en las urnas, la significativa participación de más de tres millones de votantes fue histórica y quebró el primer mito político de que sólo el/la votante duro/a asistía a este tipo de manifestación republicana. Es el primer triunfo de la democracia representativa después de mucho tiempo, y ésta se vivió a fondo como las presidenciales reales. Es interesante ir descubriendo toda la mitología que se ha ido construyendo desde la propaganda política nacional, viralizando en las redes sociales y accediendo a nuestros pobres cerebros, muchos de los cuales se quedaron en el pasado y con poca actualización bibliográfica.
Desde una perspectiva antropológica, los mitos constituyen narraciones o descripciones de la realidad que dan cuenta de ideas fuerzas que los pueblos utilizan para explicarse su pasado, presente y futuro. El historiador rumano Mircea Eliade (1949) señala que las naciones vivimos en mitología 'del eterno retorno', es decir, siempre volvemos a nuestros puntos de partida, dado que los acontecimientos de la naturaleza se repiten sistemáticamente. Sin duda, aquellos estados que no aprenden de sus errores como Prometeo Encadenado (Esquilo, IV a.c.) están condenados a repetir sus equivocaciones y el sufrimiento ciudadano que esto conlleva. Esto explicaría, por ejemplo, el triunfo de líderes como Donald Trump, dado que autores como Marx R. Levin (2021) escriben sobre el marxismo americano, pero sus detractores señalan que es puro fascismo encubierto de sano nacionalismo yanqui.
Para el antropólogo francés Claude Levi-Strauss (1958), el mito comienza con una pregunta fundamental, está constituido por contrarios irreconciliables y finalmente presenta una solución de reconciliación a estos dos polos. La 'fiesta de las primarias' fue vivida desde la mitología de la Guerra Fría, se nos venía el comunismo con su cortina de hierro, por ende, había que salir a votar por el mal menor. En el otro lado, el conservadurismo extremo nos convertiría en la próxima Hungría o Polonia, por lo tanto, había que dar el voto a la prolongación del actual gobierno. Y aquí seguimos empantanados/as en una bipolaridad ideológica que no nos deja crecer como nación y cuya solución sería la 'moderación política'.
Ambos ganadores también rompieron el mito de la temporalidad en política. En el caso de Gabriel Boric, el 'niño lindo' de la política fue el último en incorporarse al proceso, pese a que su conglomerado se ha convertido en la actual 'UDI Popular', debido a todo el trabajo de territorialidad que han venido desarrollando desde hace años. El candidato del empresariado viajó desde un espectro político contrario, asumió cargos en el actual gobierno, y su rápida ascensión tuvo más bien que ver con sus espaldarazos económicos, pese a que su historia personal mitológica lo coloca en 'el baile de los que sobran' (Los Prisioneros, 1986), o en el sueño americano del éxito meritócrata. Muchos mitos se irán desmantelando y tejiendo en torno a estos dos personajes.
¿Qué mitos seguiremos proyectando en la carrera presidencial? Recordemos que el pasado nos persigue y que estaremos condenados a repetir nuestras mismas equivocaciones. Se seguirán haciendo testes anticomunistas a aquéllos/as que osen ambicionar su paso por La Moneda. En la siniestra, el candidato Boric será el Patricio Aylwin del 73', obligado a dar la espalda al conglomerado de izquierda que lo apoya, porque el elástico no permite moderación ni tampoco la captación de votos de una centro-izquierda. Desde la diestra, el abanderado de Chile Vamos, el independiente que salva a una derecha pulverizada (Iván Valenzuela, 12/07/2021), se convertirá en el Sebastián Piñera 2, quien debió traicionar al empresariado duro para dar paso a palomas en vez de halcones, y sobrellevar su gobierno post-estallido social.
Lo más triste de todo es el sacrificio de género que hemos debido enfrentar, una Evelyn Matthei que baja su candidatura por un eterno candidato perdedor. Una Yasna Provoste que debe enfrentarse a una Paula Narváez, salir de su zona de resguardo político como Presidenta del Senado, y empujar la bajada como lo hiciera Michelle Bachelet con Soledad Alvear. El mito político entonces es nuestro 'karma gatopartidista', el cambio para que nada cambie.
"¿Qué mitos seguiremos proyectando en la carrera presidencial? Recordemos que el pasado nos persigue y que estaremos condenados a repetir nuestras mismas equivocaciones".