"El sistema público me ha formado como el médico que soy hoy"
En medio de la pandemia por el covid-19, el doctor Francisco Salvador, infectólogo del Hospital Regional y también académico de la Universidad de Antofagasta, se ha vuelto una de las voces recurrentes para explicar el avance de la pandemia, las consecuencias del coronavirus en la salud y cómo prevenir el contagio. Actualmente, Salvador forma parte de los autores que participaron del libro "Manejo integral del pie diabético", editado en México, siendo su primera colaboración internacional.
¿Qué es lo que más recuerda de su infancia?
-La vida de barrio, el compartir con los vecinos, los amigos de la plaza y los interminables juegos de futbol, hasta el "último gol gana todo". Pese a no haber sido nunca bueno para el fútbol, siempre había un espacio para mí. Los otros recuerdos recurrentes son con mis primos, que siempre han sido y serán como mis hermanos, ya que fui hijo único. La vida en familia y las reuniones en torno a la mesa, las vacaciones en Calama con mis tíos y mis primos. Y definitivamente mi paso por el Colegio San José que, durante mis 14 años, fue mi segundo hogar, donde también enseñaba mi tía Mirtha Salvador.
¿Cuál es su lugar favorito de la ciudad?
-La costanera, el Paseo del Mar y el Balneario. Allí compartí muchos momentos con mi mamita, que en paz descanse. Ahí enseñó a nadar, me acompañaba a pescar, a elevar volantines y en fin, muchos de los recuerdos de mi infancia, pasan por ese sector, incluyendo las añoradas Colonias extranjeras, que eran un orgullo de la ciudad. Lamentablemente dejó de ser lo que era, en sus inicios, al trasladarse de sector. También en ese sector compartíamos en las colonias de verano, que eran actividades de la pastoral de mi colegio.
¿A dónde va a pasear con su familia para despejarse?
-Precisamente nuestro sector preferido es el Parque Croata, el sector del balneario y la costanera cercana a los regimientos. También el sector de Coloso, no sólo me trae recuerdos, sino que también me relaja ese sector. El convivir con el mar, y ver el mar todos los días me tranquiliza y reconforta. Ver cada puesta de sol, me conecta con lo hermoso, que es compartir en familia. Son los paseos que siempre quedan en la retina y perduran por toda la vida.
¿Por qué decidió dedicar su vida a la medicina?
-Desde que tengo memoria siempre quise ser médico, nunca pensé en ser otra cosa. Mi vocación nace paradojalmente durante las navidades, cuando tenía 4 y 5 años. Tuve meningitis primero y al año siguiente, en la misma época, fiebre tifoidea y pasé en aislamiento. Durante la primera oportunidad, vi morir en la cama de al frente a un niño de unos 10 años de una crisis de asma. Sin saber que terminaría siendo infectólogo, esas dos navidades marcaron mi vida para siempre y mi compromiso con el Hospital Regional. De hecho, mi primera comunión la hice, a los 10 años, en la capilla del hospital.
¿Qué le ha enseñado el servicio público?
-Un buen médico debe estar en el sistema público, es donde se forja y perfecciona. Nunca he soportado la relación médico paciente, como médico-cliente. Para mí, los momentos más felices de mi ejercicio profesional, han sido en relación a no tener que pensar si me van a pagar o no, sino a cuando haces las cosas de corazón y porque te nacen. En la hospedería del Padre Hurtado en Santiago, donde hacíamos semiología, surgió mi vocación por curar las úlceras vasculares y el pie diabético. El sistema público me ha formado como el médico que soy hoy.
¿Qué cosas le ha marcado de esta pandemia?
-En esta pandemia perdí a mi mamá, a una amiga del colegio, a un colega de México, a la mamá de un amigo, a mi tía (la hermana de mi mamá), la última que quedaba y que, pese a no morir de covid-19, al igual que mi mamá, sus funerales y los días previos, estuvieron marcados por la pandemia. El no poder verlas tan seguido por el miedo a contagiarlas, pero que a la larga impidió que estuviesen más acompañadas. Eso te marca y te enseña el valor de los momentos compartidos. Lo otro que me ha marcado es darme cuenta cuantas personas viven una realidad paralela y niegan todo lo que hemos vivido, creyendo que es una conspiración.
¿Qué enseñanzas saca de la crisis?
-Que, pese a todo, podemos dar lo mejor de nosotros para salir de esta crisis. Que las cosas importantes están en los detalles del día a día. Que podemos aprender a usar la tecnología, para suplir nuestras restricciones y dificultades. Que cada día podemos aprender algo nuevo, y que la soberbia mata más que la ignorancia. Pero hay que cuidarse de los ignorantes soberbios, o de los que piensan que nadie les puede enseñar nada. Eso es en todas las profesiones, y debemos ayudarnos entre todos. Desde el inicio, debimos estar atentos a todo lo nuevo que salía y a cada paper que se publicaba. Nadie podía creer que era dueño de la verdad, porque al poco tiempo lo que opinaban terminaba ser falso o con claras falencias.
¿Qué consejo les diría a los futuros médicos?
-Los tiempos que a mí me tocaron, dentro de mi formación y los primeros años del ejercicio profesional, son muy distintos a los que corren hoy por hoy, por lo que no se puede mantener una postura tan alejada de las personas. Ya los pacientes están empoderados, y ellos tienen acceso a mucha información. Por lo que no debemos tratarlos como ignorantes. Debemos ser un catalizador de ese conocimiento, y debemos encausarlos hacia una búsqueda racional y en fuentes confiables. La medicina es un estilo de vida, es más que una profesión; de ella no te puedes divorciar. Debemos amarla y respetarla siempre.
antofagastinidad. Francisco Salvador, infectólogo del Hospital Regional de Antofagasta.