En serio, ¿cómo estás?
Unos y otros, en lo más íntimo de nuestro ser queremos la felicidad, momento tras momento, día tras día, quizás con variadas expresiones o rostros.
Es usual, muy característico, que en el saludo dado o él mismo, contenga o se resuma en un habitual ¿cómo estás? Y la respuesta verbal invariablemente es un ¡bien!, breve, parco, simple, y así ya se sale del paso. A veces, solo a veces, es un dubitativo ¡bi-bi-bieen! Y ya menos, mucho menos, un sincero y grave ¡mal! Y lo curioso es lo que sigue en ese intercambio de "saludos", la respuesta a estas tres variantes expresivas, es, diría, frecuentemente similar, un ¡ah!, ¡qué bueno! Incluso se alcanza a agregar un "me alegro". ¡Plop!
¡Qué pasó! ¿Qué pasa? ¿Qué ha operado? O ensimismamiento, conducta robotizada, algorítmica o ninguneo, quizás. Lo último, ¡mal!, ¡muy mal!, en especial, si es un modus operandi, una conducta ya instalada y desarrollada en un individuo, y utilizo esta palabra, porque es muy posible que se trate de alguien que cree (lo cree), que es único, especial, que todo gira en torno suyo.
Es preciso cambiar. Nuestra interacción ha de experimentar cambios. Somos seres sociales, no somos seres individuales, únicos, solitarios; la conducta del yo es en consonancia con el otro, con el prójimo, el yo se construye con el tú, nos complementamos, nos completamos uno y otro.
¿Cómo hacerlo? Salir del ensimismamiento, levantar la mirada, fijarla en el tú, y admirar en ese tú el yo, empatizar también, ¡por qué no!
Y aquí matizo, ensayo o dramatizo. Unos y otros, en lo más íntimo de nuestro ser queremos la felicidad, momento tras momento, día tras día, quizás con variadas expresiones o rostros. Me refiero a que, por sobre todas las cosas, queremos ser felices y, por extensión, queremos la felicidad en los otros. Y he aquí que, antes que hacer cosas, como estudiar, y solo con el primario objetivo de hacerlo bien, o que nos vaya bien, o que nos resulte bien, la pregunta típica a nuestro circunstancial interlocutor es ¿cómo te fue?, ¿cómo te fue hoy?, ¿cómo te fue en la escuela, en el liceo, en la universidad?, ¿cómo te fue en el trabajo?, ¿cómo te fue en la oficina? He de reconocer que preguntas como estas no han sido recurrentes en el último tiempo, por consecuencias de la pandemia.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer?
Propuestas. La primera, quitemos de nuestras prácticas interactivas ese molesto ¿cómo te fue? Dejémoslo reducido a la mínima expresión, olvidémonos de él, poco a poco.
La segunda propuesta y última. Antes, antes de la pregunta innombrable, opten por esta, ¿cómo estás?, por la más genuina y auténtica de las preguntas ¿cómo estás? Mas lo principal, es aguardar la respuesta, poner fina atención a la respuesta, y actuar en consecuencia.
Ensayemos:
-¡Buenos días! ¿Cómo estás?
-¡Bien! ¡Muy bien! ¡Gracias!
-¡Cuánto me alegra saberlo!
-Y, tú, ¿cómo estás?
-¡Bien, también! ¡Gracias!
Y así.
-¡Gracias por la atención!
Profesor, Universidad Católica de Temuco
Raúl Caamaño Matamala
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