Cosas del vino
En estos días, regados de brindis "dieciocheros", es imposible eludir tan tremendo regocijo. Y para mejor, releo -una vez más- ese "Altacopa" que nos legara el maestro Andrés, amante como yo (y como muchos) de los mostos tintos.
Entonces memorizo un coloquio lleno de risotadas, que sostuvimos a comienzos de los ochenta, mientras don Andrés esperaba el inicio de un zafarrancho, en el viejo muelle del Club de Yates.
¡Cómo afloraron motes, apodos, dichos y frases célebres, (algunas irreproducibles), para referirnos a este elixir preferido por Dionisio, Baco y también Vicente…! Todos plenos de picardía.
Hablamos de los vinos "Matapenqueros", del "Carcajada de Macho", el "Tres Amigos", el "Bigoteado", del "Raspa Buches" y el "Partida de Camión", para referirnos a esos de mala calidad, que provocan tiritones al primer sorbo. (Solo al primer sorbo… ¿Se entiende?).
Con la experta ayuda de un garzón, don Andrés nos dio una cátedra, versando sobre el "Chacolí", el "Chuflay" y el "Pipeño". Habló del "Gloriado" para despedir a los finados y del "Navegado", para entibiar a los de espíritu friolento. Nos contó que a una "caña chica", los serenenses la apodaban "Minifalda" y que a un "cañón" (para hombres grandes), le llamaban "Guaguazo". Salieron al baile la "Piroja" y el "Guarisnaque". Contó que, a una garrafa de cinco litros, los peloteros la bautizaron como "Una pelota del 5", para concordar con el esférico que agarran a patadas. Para Andrés era desconocido el popular "Jote", que el bebedor cursi llama "Licor de Ave".
Entre tanto "pencazo", contó la historia de los vinos de los lagares de Canchones, cómo la viña sureña respetó el nombre, para reconocer las cepas que fueron llevadas desde Tarapacá y que hoy brotan en el Chile central. Hablamos de toneles, pipas, bordalesas, barriles y cuarterolas, una verdadera obra de artesanía en madera, para transportar nuestros exquisitos mostos.
La conversación se estiró, alegremente. Y como era de esperar, terminamos con un ¡Orza…!
El de esa noche, fue un brindis memorable. ¡Cuánto extrañamos a don Andrés y esas inolvidables conversaciones!
Jaime N. Alvarado García. Profesor Normalista - Periodista