12 de octubre: un minuto antes
Hasta el momento de llegar la expedición colombina a la Isla de Guanahani; más aún, hasta la muerte del propio gran Almirante Cristóbal Colón y aun tiempo después, América es lo ignoto; vale decir, para los europeos, nada; pues tras un punto "X", la Mar Océana, para ellos, quiebra sus ondas y se hunde en un abismo… Para los amerindios esta ignorancia no es menor. Las penetraciones territoriales realizadas por los máximos imperios de Anáhuac y el Cuzco significan poco, en realidad, ante las inmensas perspectivas de un mundo primigenio, con calidades confundidas de infierno y paraíso.
El hielo polar, los bosques y praderas; el mugido de dos grandes océanos que contornean sus costas, y caudalosos ríos corriendo por selvas impenetrables, contradichos por desiertos inmensos y máximas cordilleras, se confunden aquí, en el Nuevo Mundo, en una geografía descomunal.
Pedro Mártir, en carta al cardenal Canciller, Vizconde Ascanio Sforcia, luego del descubrimiento de América por un "cierto Cristóbal Colón", lo informa entre otras cosas: "aunque aquella gente (la indígena) se contenta con lo natural, como que va desnuda y solo se alimenta con frutas de los árboles y cierto pan de raíces, pero son ambiciosos de mando…"
Pero Mártir de Anghiera tenía todas las cualidades del verdadero periodista. Sus informaciones no son de historiador sino de "chroniqueur"; por eso su obra ofrece carácter positivamente fragmentario. Nada tiene de pensar; sus reflexiones carecen de profundidad, e inducen a la risa. ¡Cree que porque un hombre anda desnudo no tiene ambiciones!
En carta a su amigo Pomponio Leto, al hablarle de la vuelta del segundo viaje de Colón, le refiere a la letra: "cuentas maravillas de la abundancia de aquella región; de la temperatura del aire, pues todo el año es la noche casi igual al día, de la edad áurea de aquellos habitantes y de sus costumbres".
Augusto Iglesias, escritor, miembro de la Academia Chilena de la Lengua