Y ahora llegó el momento de dialogar
Las naciones a las que mejor les va no están en conflicto permanente, sino que son sociedades dialogantes. Las transformaciones que impactan positivamente a las sociedades vienen de grandes consensos, no de imposiciones de un grupo hacia otro.
Entre consignas de quienes sostienen que el 18 de octubre de 2019 Chile despertó y se rebeló contra las injusticias, por lo que pasó a ser el día más importante de la historia y quien opine lo contrario es un fascista; y quienes dicen que el 18 de octubre fue un estallido delictual que nos llevará a convertirnos en Venezuela, miradas simplistas ambas, pasó el segundo aniversario de esta compleja fecha. Un aniversario que parece estar demasiado fresco como para mirarlo con objetividad. Y es que hay esperanzas que aparecieron y que aún no se concretan, y a la vez heridas que no se han cerrado.
Para los que sostienen el primer argumento, de que esta fecha hay que celebrarla sí o sí, porque se la ganó el pueblo y nos permitió un proceso constitucional, decirles que bastaba darse una vuelta por el centro de Antofagasta la tarde del lunes, ver los pequeños comercios aún con fachadas de metal, cerrando temprano por temor a saqueos, y conversar con vecinos de esa zona, para saber que esta fecha a muchos más que alegría les causa angustia.
A los segundos decirles que el estallido no tiene nada que ver con potencias extranjeras conspirando para desestabilizar el paraíso chileno, sino que tiene su origen en un sistema económico que permitió abusos y no protegió adecuadamente a su población. Lo demuestran los millones de chilenos endeudados con la educación y la salud, las alzas anuales de las isapres que a pesar de los fallos de tribunales, no han sido legisladas en el Congreso, y las salidas alternativas o bajas penas en los casos de corrupción, entre otros problemas.
Así como la rabia contra estos abusos no justifica de ninguna manera la destrucción de mobiliario público o el saqueo a tiendas, que en ambos casos afectan principalmente a los trabajadores, la clase media y los más pobres; estos actos de violencia y aprovechamiento tampoco pueden ser la excusa para mantener todo igual. Llegó el momento del diálogo, de escuchar los argumentos del otro y de aceptar que podemos opinar distinto. De buscar grandes acuerdos sociales. Las transformaciones que impactan positivamente a las sociedades vienen de grandes consensos, no de imposiciones de un grupo hacia otro. Y los países a los que mejor les va, por ejemplo los nórdicos, se caracterizan justamente por ser sociedades dialogantes.