Madrigueras de chinchillas reconstruyen 16 mil años de cambio climático en Atacama
CIENCIA. Investigadores chilenos estudiaron variaciones climáticas del pasado, utilizando antiguas paleomadrigueras y midiendo el tamaño de las fecas de roedores en distintas épocas.
En el Desierto de Atacama deambula un pequeño roedor de pelaje gris y hábitos nocturnos, muy difícil de avistar. Se trata de la chinchilla gris (Abrocoma cinerea), una experta constructora de madrigueras, estructuras que en el transcurso de miles de años, se han transformado en paleomadrigueras: guaridas fósiles que acumulan fecas y otros desechos biológicos, como semillas, hojas, polen e insectos.
Presentes en cuevas o sectores rocosos, estas madrigueras, preservadas de manera natural en el desierto- se han convertido en verdaderos archivos del pasado que contienen información valiosa sobre los cambios que ha tenido el ecosistema a lo largo de centenares de siglos.
Entender cómo ha variado el clima y las precipitaciones durante los últimos 16 mil años en el D.A, es una de las grandes preguntas que se han abordado con la ayuda de estos particulares registros biológicos, a través de una investigación publicada recientemente en la Revista Science Advances.
Cambio climático pasado
Claudio Latorre lleva más de dos décadas sumergido en el desierto, buscando pistas en medio de la aridez extrema. Desde entonces, ha colectado más de 1.500 paleomadrigueras, que han permitido caracterizar cambios vegetacionales en la dieta de los animales, y extraer ADN fósil de plantas, junto a otros componentes del ecosistema.
¿Cómo se relacionan estos depósitos con las variaciones climáticas?
Para el estudio se analizaron alrededor de 40 mil fecas fósiles encontradas en paleomadrigueras de diferentes latitudes del desierto. Éstas fueron datadas mediante radiocarbono para conocer su antigüedad. Las variables registradas permitieron establecer una relación entre el tamaño de las fecas y los períodos de mayor humedad durante los últimos 16 mil años.
"Modificar el tamaño corporal es una de las primeras maneras en que los animales pueden responder evolutivamente ante un cambio climático", señala Latorre. "A mayor altitud animales de una misma especie son más grandes que en tierras más bajas. A medida que baja la temperatura, el tamaño también aumenta, ya que esta estrategia es una forma de retener calor y así ayudar a la sobrevivencia. En ese contexto, nosotros ya sabíamos que había una relación muy estrecha entre ese aumento o disminución corporal de los roedores y el diámetro de sus fecas. En este trabajo pudimos observar que mientras más lluvias existían en un período, más grandes eran las fecas", explica el paleoecólogo y Doctor en biología evolutiva.
En ese contexto, el trabajo mostró que condiciones muy húmedas y casi uniformes, prevalecieron entre los 16.000 y 14.800 años atrás, seguidas de una ausencia notoria de paleomadrigueras entre los 14.800 y 13.100 años. Esto último podría explicares por múltiples factores, incluyendo un período muy seco, que habría obligado a los roedores a desplazarse hacia el sur.
En contraste, las precipitaciones fueron mucho más variables entre los 13.000 y 8.600 años atrás, cuando existieron períodos muy húmedos y otros ligeramente lluviosos y también secos.
"El registro tiene dos hitos muy importantes que se podrían atribuir a mayor aridez, uno de ellos, entre 14.800 y 13.000 años, y otro entre los 7.000 y 5.000 años. En ambos intervalos creemos que existieron períodos realmente muy áridos, donde no encontramos madrigueras. Sin embargo, aún debemos seguir indagando para tener mayor evidencia", señala Latorre.
Escenarios futuros
Otro de los aportes que entrega el estudio se relaciona con los efectos del cambio climático y la incertidumbre respecto a cómo las especies, podrán adaptarse al complejo escenario.
Al respecto, el estudio señala que la zona del altiplano es vulnerable al calentamiento futuro. Las simulaciones climáticas regionales indican una reducción de las precipitaciones de verano (las más importantes en la zona) en un 30% durante el próximo siglo, lo que podría provocar graves impactos en los ecosistemas, la disponibilidad de agua y las sociedades humanas.
"Por esta razón es que lograr identificar con mayor precisión los episodios de variabilidad en las precipitaciones del pasado, sus causas y consecuencias, podría mejorar los pronósticos de la futura variabilidad hidroclimática, así como ayudar a la comprensión de las interacciones pasadas entre los humanos y el resto de las especies que habitan la región", detalla el artículo.
40 mil fecas que fueron encontradas en distintas latitudes del desierto atacameño fueron analizadas por el investigador Francisco González. de precipitaciones en el altiplano chileno durante el próximo siglo podría provocar graves consecuencias al ecosistema andino.