Desde la oscuridad
José Miguel Serrano Economista U. de Columbia
Todos sabemos que la noche sirve para descansar, pero también hemos visto cómo, usando la oscuridad, se cometen actos violentos que deberían remover la consciencia nacional. No sólo asaltos, robos o crímenes, sino que acciones de brutalidad extrema que cercenan vidas, queman campos, casas o iglesias, y dejan a familias destruidas y en la más completa indefensión; desamparo total.
El Estado lo lamenta, algunos lloran y sienten pena, y luego todo sigue igual, regresamos a nuestras vidas cotidianas como si no hubiera ocurrido nada. Sin embargo, hay una fuerza irracional que se va instalando y que es como una espina que tenemos clavada en el alma nacional, que no encontrará solución haciendo justicia por mano propia, y que debe despertar la consciencia indomable de nuestro país.
Chile está siendo golpeado por un grupo de "matones" que desean atemorizarlo. El país tropieza y cae como Cristo cargando su cruz, pues está sufriendo en carne propia las llagas de un calvario. Y si a Cristo lo abandonaron hasta sus más cercanos amigos, experimentando así la más grande de las mortificaciones y humillación, nosotros no debemos actuar de la misma manera, a través de un silencio cómplice.
Desde la oscuridad se nos ataca, en el Norte y el Sur. Son muy pocos los que se atreven a movilizarse y alzar la voz. Claramente, estamos angustiados por ser partícipes, directa o indirectamente, en la destrucción que hemos permitido, y la indiferencia ante el fuego que arrasa la Araucanía. Hay ilusos que piensan que la crucifixión sólo sucedió en el monte Calvario; pues se equivocan. Cada vez que se mata a un inocente, cada vez que dejamos que un anciano pase hambre, sufra todo tipo de vejámenes o muera quemado al interior de su casa, estamos presenciando la crucifixión. El matonaje despiadado, la agresión y el crimen, de igual manera lo son. Y si estos hechos se cometen contra toda una población, entonces el calvario es total.
Chile tiene ahora múltiples heridas que sangran, que no van a sanar si no alzamos la voz al unísono. Golpeados por los matones criminales que nos acechan desde la oscuridad - escondidos en los bosques o en las barriadas de las ciudades -, debemos salir de nuestro estupor, de nuestra pasividad, para exigir con fuerza, con valentía, la implementación de la paz y el fin de la violencia.
Somos nosotros, la ciudadanía, las personas normales, quienes tenemos la obligación de actuar para cambiar el rumbo de estos acontecimientos, "poniendo el grito en el cielo" tantas veces como sea necesario.
"...debemos salir de nuestro estupor, de nuestra pasividad, para exigir con fuerza, con valentía, la implementación de la paz y el fin de la violencia".